Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Charlas 2002-03: Tema III, El Mesías Prometido, Charla

 

III- El mesías Prometido

 

En medio del adviento, nos vamos a centrar en la figura de aquel que esperamos. Conviene recordar que Jesús de Nazaret, el Salvador nacido de María Virgen, es descendiente del pueblo de la Antigua Alianza. Esto ha sido olvidado con demasiada frecuencia, por lo que nos hemos enfrentado con el pueblo judío, concretando ese enfrentamiento en episodios tremendos de guerras, persecuciones, expulsiones... Juan Pablo II, en su valentía evangélica que le ha caracterizado,  al visitar la sinagoga de Roma recordó a los cristianos que nuestras raíces religiosas están en el pueblo de la primera alianza del que Jesús nació y vivió.

Precisamente el Título Mesías traducido en su forma Griega: Cristo, fue uno de los títulos más usados en el comienzo del cristianismo y en los libros del Nuevo testamento. De esta manera se convirtió en el nombre propio de a quién creían los cristianos,  con toda normalidad se dice Jesucristo, que equivale a decir: Jesús el Cristo, el Mesías, el Ungido. Al llamar con el apellido Cristo a Jesús, afirmaban que Jesús era el Mesías de Israel. De hecho el cristianismo se presentó con esa pretensión, que había sido la de Jesús de Nazaret:

 

“El Sumo sacerdote le dijo: Por el Dios vivo te conjuro para que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús respondió: Yo lo soy. Veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha de la majestad y llegando entre nubes del cielo.” Marcos 14, 62

 

Esta fue la pretensión de Jesús y la predicación de los primeros cristianos desde el día de Pentecostés.

 

¿Qué significa la palabra Mesías?  ¿Qué había en Jesús de Nazaret que llevó a la gente a concluir que él era el Mesías esperado de Israel? ¿Qué no había en Jesús que le llevó a él a manifestar ciertas reticencias para manifestar abiertamente su ser Mesías?

Para contestar esto hemos de acercarnos a la Biblia Judía, al primer testamento (Antiguo Testamento) en el que descubrimos que la unción (Mesías significa ungido) era un rito muy corriente en el mundo religioso, social y político del pueblo de Israel y de los pueblos de alrededor.

Coger aceite y derramarlo sobre la cabeza se hacía a personas significantes del antiguo Oriente: sacerdotes, algunos profetas institucionales de santuarios o cortes de reyes, y sobretodo a los reyes. 

 

“ Samuel, tomó la aceitera, derramó aceite sobre la cabeza de Saúl y lo besó diciendo: “El señor te unge como Jefe de su heredad!” 1 Samuel 10, 1-2

 

Estos eran Mesías, cristos, en tanto en cuanto eran ungidos.  En la celebración de la entronización del rey se derramaba sobre la cabeza del soberano el aceite de un cuenco.

A través de la unción se establecía  una relación especial con Dios por su oficio. El rey era tomado, asumido por Dios en una relación tan estrecha que se podía decir que era Hijo de Dios (en sentido simbólico).

Cuando David es ungido por Samuel en nombre de Dios, provocando el rechazo de Saúl, se da una persecución contra David. En un momento de esa persecución Saúl entra en una cueva a hacer sus necesidades. David se encuentra en esa cueva y puede matar a su enemigo, pero la certeza de que Saúl ha sido  Ungido por la mano de Dios, evita que David, en contra de sus soldados, mate a Saúl.

 

“Dios me libre de hacer eso a mi señor, el ungido del señor, extender la mano contra él!, ¡Él es el ungido del Señor.! 1 Samuel 24, 7

 

            Pero, ¿qué ocurre cuando Israel es llevado al desierto, cuando desaparece la monarquía?. Alentados por los profetas, animadores de la vida religiosa del pueblo, los Israelitas, pensando en un futuro de liberación se imaginaban desde una visión muy idealista, que en ese futuro habría también un rey. El rey futuro iba a asumir la forma de reinazgo de David, con su poder para alcanzar la gloria, la libertad y el poder ante los pueblos de alrededor.

En tiempos del exilio y del postexilio se va gestando la esperanza de un Mesías, rey poderoso. Un descendiente de David, liberador definitivo del pueblo de Israel: EL MESÍAS.

Esa esperanza se descubre en escritos apócrifos del Antiguo Testamento, en especial en los “Salmos de Salomón”, y en los “Manuscritos del Qumram”. Unos y otros esperan la llegada de un personaje al cual llaman “El que tenía que venir” y al que se imaginan como descendiente de David, el Mesías-Rey.

 

¿De dónde se sacan la esperanza de que el que tenía que venir era descendiente de David?. Cuando David había vencido a los filisteos y al resto de sus enemigos, se construye un palacio en Jerusalén, como los pueblos de alrededor en la capital del reino. Junto al palacio real siempre estaba la casa del Dios del pueblo, y con buena intención David ante el palacio que se ha construido le manifiesta al profeta Natán, su intención de construir un templo a lo que Natán da su conformidad, pero Dios no acepta esa casa, porque Dios es el único soberano de Israel.

David no va a construir una casa a Dios, más bien Dios construirá una casa, una descendencia, una dinastía al Rey David.

 

“Así dice el señor de los ejércitos “Yo te saque de los apriscos, de andar tras las ovejas, para ser jefe de mi pueblo Israel. Yo he estado contigo en todas tus empresas; he aniquilado a todos tus enemigos; te haré famoso como a los más famosos de la tierra; daré un puesto a mi pueblo, Israel: lo plantaré, para que viva en él sin sobresaltos, sin que vuelvan a humillarlo los malvados como antaño, cuando nombre jueces en mi pueblo, Israel; te daré paz con todos tus enemigos, y a demás, el señor te comunica que te dará una dinastía. Y cuando hayas llegado al término de tu vida y descanses con tus antepasados, estableceré después de ti una descendencia tuya, nacida de tus entrañas, y consolidaré tu Reino. ...Tú casa y tu reino durarán  por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre”

 

Este texto es el punto de arranque de esa esperanza mesiánica de que el ungido de Dios liberaría a Israel del poder de todos los enemigos. En línea con este texto se fue idealizando la imagen del Rey futuro, del Mesías futuro. Esa idealización encuentra su plenitud en algunos salmos mesiánicos.

 

“Oh Dios, da tu juicio al Rey,

tu justicia al heredero del trono,

para que gobierne a tu pueblo con justicia

 y a tus humildes con rectitud

Qué defienda a los humildes,

Que salve a los pobres y aplaste al opresor

Que su reinado dure como el sol,

Como la luna, de edad en edad”

Salmo 72, 1-2. 4-5

 

Voy a proclamar el decreto del Señor, Él me ha dicho:

 “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. Pídemelo

 y te daré en herencia las naciones,

en posesión los confines del mundo.

Los machacarás con cetro de hierro,

Los quebrarás como cacharro de alfarero”

Salmo  2, 7-9

 

Oráculo del señor a mi Señor: ”Siéntate a mi derecha

 y haré de tus enemigos estrado de tus pies”

Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro.

¡domina en medio de tus enemigos!....

                                                    Salmo 110 1-2

 

También cantan a este Rey futuro los profetas

 

“Escucha heredero de David, ¿os parece poco cansar a los hombres, que queréis cansar a Dios? Pues el Señor mismo os dará una señal: Mirad, la joven está encinta y da a luz un hijo, a quien pone el nombre de Enmanuel”

                                                                Isaías 7, 13-14

 

“Por que un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Sobre sus hombros descansa el poder, y es su nombre: ”Consejero prudente, Dios fuerte, Padre eterno, príncipe de la luz.”

     Dilatará su soberanía en medio de una paz sin límites, asentará y afianzará el trono y el reino de David sobre el derecho y la justicia desde ahora y para siempre”

                                                                Isaías 9, 5-6

 

“En cuanto a ti, Belén Éfrata, la más pequeña entre los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser soberano de Israel: sus orígenes se remontan a los tiempos antiguos, a los días de antaño”

                                                               

Miqueas 5, 1

 

“He aquí que viene días, oráculo del Señor, en que yo suscitaré a David un descendiente legítimo, que reinará con sabiduría, que practicará el derecho y la justicia en esta tierra. En sus días se salvará Judá, e Israel vivirá en paz. Y le llamarán así : “El Señor nuestra salvación”

                                                           Jeremías 23, 5-6

 

Los profetas anuncian al salvador en las circunstancias concretas del pueblo, pronunciando oráculos que serían leídos en tiempo de decadencia como la esperanza del pueblo oprimido, sin tierra, sin templo, sin promesa.

 

Los primeros cristianos entienden estos oráculos en relación con Jesús de Nazaret, en quien vieron al Mesías esperado, al sacerdote de la nueva alianza, al Hijo de Dios, al Hijo del hombre que no tenía donde reclinar la cabeza.

En Jesús se cumple la profecía de Natán,  pero se cumple de una forma singular. En Jesús no se dan las características de Mesías Rey que el pueblo espera, por esta razón debe matizar y hasta oculta al principio su identidad. Decir que él es el Mesías sin haber oído su predicación y visto sus obras sería hacer entender algo muy distinto a lo que Jesús pretendía.

De esta manera, el Señor a al apóstol Pedro que había proclamado su mesianidad, inmediatamente le dijo que ese ser Mesías significaba algo muy distinto a lo que se  entendía.

 

“Jesús empezó a enseñarles que el hijo del hombre debía padecer mucho, que sería rechazado por los ancianos, los Jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que lo matarían, y a los tres días resucitaría”

                                                           Marcos 8, 31-32

 

 Más aún, a Pedro se le ordena guardar silencio sobre la mesianidad de Jesús

“Entonces Jesús les prohibió terminantemente que hablaran a  nadie acerca de él”

                                                           Marcos 8, 30

 

¿por qué? Porque era el Mesías, pero no el tipo de Mesías que el pueblo esperaba, un Mesías triunfador, nacional, nacionalista, limitado al pueblo de Israel, que derrotara a los enemigos políticos de Israel, sino un Mesías crucificado, condenado a muerte y muerto en una cruz.

Reconocer al nazareno crucificado como Mesías de Israel es la gran luz que iluminó la mente de los discípulos en la mañana de la pascua. A la luz de las escrituras entendieron los caminantes de Emaús (la Iglesia) que el Mesías de Israel es Jesús el crucificado y este es el Mesías que anunciaban los primeros cristianos: Pedro en Pentecostés, En Jope...  Pablo en Antioquía, Tesalónica, Galacia, Corintio... en todos los sitios donde fueron los misioneros cristianos.

 

“El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha manifestado la gloria en su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato...Pero Dios lo resucitó de entre los muertos”

                                                           Hechos 3, 13

 

Esto era escandalosos para los judíos, tanto que era la razón fundamental por la que perseguían  a los cristianos, un escándalo para los judíos y una locura para los griegos, que se reían de Pablo cuando les habló del Mesías crucificado y resucitado en el areópago de Atenas, pero un Mesías que era sabiduría, fortaleza, salvación y justificación de los que creyeron en él.

 

Este Mesías crucificado nos pide que optemos, que tomemos partido ante él. Es esta idea, aunque no lo parezca,  la que impregna el mensaje de los evangelios de la infancia.

Los dos primeros  capítulos de Lucas y Mateo no son historias hermosas de angelitos y milagros, sino anuncios anticipados de Cristo Mesías- Crucificado, que nace pobre, en forma no llamativa, y que es presentado como Mesías, Cristo, ungido.

Tanto los pastores como los reyes, debieron descubrir en el niño envuelto en pañales, al Mesías de Israel. El  resto del pueblo (posada, rey,...) lo rechazó, hasta el representante político intenta darle muerte.

En los evangelios de la infancia se proyecta la luz de la pascua, la luz del misterio de Cristo muerto y resucitado, y solo si nosotros que estamos preparando la Navidad, acogemos su mensaje como Pascua, como anuncio del Mesías que ha nacido para salvar  a su pueblo del peso del pecado, podremos celebrar una Navidad cristiana, es decir un anticipo de la Pascua definitiva. De hecho en muchos sitios se felicitaba la Navidad con un “felices pascuas” por que la Navidad solo se entiende como un anticipo de la pascua, de la celebración del Mesías muerto y resucitado por nosotros.

 

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