Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Capítulo I: Nacimiento y Consolidación de una Comunidad Parroquial (Siglos XIII-XVI)

II- LA PARROQUIA EN LA EDAD MEDIA

2.2- El culto y la religiosidad

Durante los primeros años de existencia, la parroquia actuaría como un elemento aglutinador de la comunidad repobladora, si tenemos en cuenta que la religión cristiana era uno de los factores comunes que aportaron los repobladores desde sus lugares de procedencia. Por ello durante toda la edad media la parroquia actua como un vínculo de unión de la comunidad local. Pero participación de los laicos en la institución parroquial fue pasiva, basada en la recepción de los sacramentos, sin participar para nada en la administración de la parroquia o de otras instituciones relacionadas con ella. Sin embargo debieron existir fiestas y actos de religiosidad popular, en los que participaba activamente toda la comunidad, de los cuales no nos ha llegado ningún testimonio.

La religiosidad del hombre medieval era muy sencilla, sin apenas adentrarse en los misterios de la fe, con una catequesis basada en el aprendizaje de las oraciones básicas como el credo, el padrenuestro y el avemaría, y en un contacto directo con Dios a través del acto de elevación de la hostia.

2.2.1- La práctica de los sacramentos

El hombre se integra en la iglesia a través de los sacramentos. Estos marcan los momentos y los actos fundamentales de la vida del hombre: el nacimiento, la unión conyugal, la muerte... y todos ellos se realizan dentro del templo con el que la comunidad se identifica.

Horas después del nacimeinto se llevaba el niño al templo para ser bautizado. De esta forma quedaba integrado en la comunidad parroquial. Al baptisterio normalmente se accedía por una puerta independiente de la que entraban los fieles, ya que desde los primeros tiempos del cristianismo se distinguía entre los ya bautizados y los no bautizados, que tenían que purificarse primero del pecado original para poder ser integrados en la comunidad. El bautismo se realizaba dentro del templo en el baptisterio. La visita pastoral de 1401 nos habla del buen estado en que se hallaba la pila de la parroquia de Torrent: "fontes babtismales fuerunt inventi clausi et postea fuerunt aperti et aqua erat munda". Efectivamente la pila tenía que estar cerrada para evitar que el agua bautismal existente se ensuciara con inmundicias.

La confirmación y la unción de enfermos son los otros sacramentos donde se realiza la unción con el oleo sagrado. Por ello, dentro del templo se conservaban los basos crismarios con los oleos como leemos en la visita pastoral de 1401: "Vasa crismaria fuerunt reperta in scrineo que recognovit vicarius et erant in eis crisma oleum infirmorum et cathecuminorum".

El sacramento de la confesión se llevaría a cabo también dentro del templo. Diversos sínodos nos indican la obligación de que este se celebre dentro del templo, en un lugar digno, a excepción de los casos de extema necesidad en que por enfermedad el arrepentido no pueda acudir al templo. Teniendo en cuenta que los confesionarios no se generalizaron en la liturgia de la penitencia hasta el siglo XVII, este se administraba en el altar mayor donde el sacerdote, sentado en una silla, escuchaba los pecados del arrepentido que se situaba al otro lado del cancel que separaba el presbiterio, inpartiéndole la bendición y el perdón.

Todos los concilios y sínodos medievales recuerdan la obligatoriedad de la misa dominical. J. Chiffoleau ha estudiado la práctica de este sacramento a finales de la edad media. En sus trabajos constata la masiva asistencia a la misa dominical durante los siglos XIV-XV, y la gente que no iba a misa era una minoría que era señalada con el dedo. Por tanto en el templo se congregaba prácticamente toda la comunidad, por lo que "la missa és també el moment en què la comunitat del poble pren consciència de la seva unitat".

Para los sacerdotes, la misa dominical representaba el momento en que se impartía la catequesis al pueblo. Tal y como prescribían algunos sínodos valentinos, como el de fray Andrés de Albalat celebrado en 1258, los sacerdotes debían rezar en voz alta durante la misa dominical las oraciones fundamentales: el padrenuestro, credo, y el avemaría rezados en latín, con la finalidad de que los asistentes a la celebración pudieran aprenderlos. El aspecto memorial de la misa estaba asignado a los clérigos, ya que los laicos no participaban de la comunión frecuentemente.

Después del sermón y de la confesión de fe, y antes del ofertorio, se celebraba la oración de los fieles. Según Chiffoleau, ésta "és una pregària preparada per a la comunitat del poble, i que integra aquesta comunitat dins la societat cristiana". Generalmente se rogaba por el papa, por la paz, por la cruzada, por el rey, por el señor del pueblo, y por toda la comunidad. A continuación se realizaban unas plegarias contra el granizo, el mal tiempo, o la langosta, y por los frutos de las cosechas. Se acababa con la lectura de una lista de la gente del pueblo que ha muerto, y se rogaba especialmente por ellos. Después de cada una de las invocaciones, la gente participaba rezando un padrenuestro o un avemaría.

Posteriormente el sacerdote leía una serie de anuncios, en su mayoría de carácter laico, sobre los problemas de la justicia, la proximidad del pago de impuestos, la búsqueda de un fugitivo, etc. También leía la lista de los excomulgados y el motivo, sirviendo de esta manera como una explicación al pueblo de la normativa sobre la excomunión, y les invitaba a salir del templo. Estas indicaciones aparecen contempladas en los sínodos de fray Andrés de Albalat de 1269 y de Jazperto de Botonach, celebrado en 1278.

Inmediatamente seguía la procesión de las ofrendas, comenzando el sacrificio propiamente dicho, donde el sacerdote actuaría en silencio como un mediador entre Dios y los hombres. Entonces el pueblo dejaba de participar activamente de la liturgia, convirtiéndose en un espectador del misterio que lleva a cabo el sacerdote.

Para la comunidad el principal rito de la consagración no era la fracción del pan, sino el momento en que el sacerdote levantaba la hostia. El rito de la elevación de Cristo exaltaba su realeza y su aspecto triunfante. En este sentido, Chiffoleau ha constatado numerosas quejas por parte del clero de las parroquias de que la gente entraba en la misa cuando oían la campana en el momento de levantar la hostia, y salían cuando había concluido este acto. Para evitar estos desórdenes, el sínodo de fray Andrés de Albalat de 1268 indicaba que ningún laico debía salir de la iglesia los domingos o festivos antes de finalizar completamente la misa.

Despues de la comunión, como la gente no comulgaba, el rito de la paz se convertía en una especie de vínculo de toda la comunidad. Se pasaba un objeto que se denomina la paz, que era besado por todos los asistentes a la asamblea. Según Chiffoleau, "el fet de passar-se la pau és un ritu tangent a la comunió peró que no és la veritable comunió". En el interior del templo existía una separación entre el lugar que ocupaban los hombres y las mujeres.

Hemos de destacar que la gente no comulgaba en la misa. Tan solo lo hacían masivamente una vez al año durante la semana santa. Había muy poca gente que comulgaba dos o tres veces al año. La creación de las cofradías de Corpus Christi en muchas parroquias posibilitará en la etapa barroca que la gente frecuente un poco más este sacramento. Se establece una relación entre penitencia y comunión, con lo que se reafirman los vínculos personales de unión entre el individuo y Dios, y no comunitarios como ocurría durante la edad media.

Además de la misa dominical se celebraban frecuentemente misas votivas o de difuntos, con las que la comunidad establecía una relación con aquellos que se encontraban en el más allá, es decir, con el purgatorio. Estas misas tenían un sentido acumulativo y cuantitativo.

El matrimonio canónico era obligatorio, y los sínodos disponían la excomunión a los matrimonios clandestinos.

2.2.2- Las primeras vocaciones al sacerdocio

Los liber ordinum conservados en la diócesis de Valencia nos permiten conocer los nombres de los clérigos que recibían órdenes sagradas, así como el lugar de procedencia. Del año 1403 a 1411 son cuatro los clérigos procedentes de la parroquia de Torrent que reciben alguna orden.

El 22 de diciembre de 1403 recibía la tonsura en la sala capitular de la catedral de Valencia, de manos del obispo Juan de Formentera, Francisco Bruscha, hijo de Francisco. El 29 de marzo de 1404 recibía la tonsura en el mismo lugar y de manos del mismo obispo Miguel Aznar, hijo de Jaime, y el 4 de abril de 1405 era tonsurado en las mismas circunstancias Francisco Comes, hijo de Francisco. Más tarde, en el año 1408, y en la capilla de san Pedro de la catedral de Valencia recibe la tonsura Rafael Fuster, hijo de Rafael, de manos del ordinario Juan de Pasaviis.

Además de conocer las referencias nominales de los clérigos que recibieron órdenes, estos libros nos permiten valorar el fenómeno de las vocaciones en comparación con otras parroquias de la diócesis. Llama la atención el hecho de que cerca del ochenta por ciento de los ordenados proceden de parroquias de la capital. Sin embargo, comparando las vocaciones surgidas en Torrent con la de los otros pueblos de la comarca de L'horta sud, nos da a entender Torrent se mantiene dentro de la media, destacando por su mayor numero, con mucha diferencia, la población vecina de Quart de Poblet.

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