Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Capítulo II: La Configuración de una Cristiandad Barroca (Siglos XVII-XIX)

V- EL CULTO Y LA RELIGIOSIDAD POPULAR

El individuo, enmarcado en el contexto de su comunidad parroquial, además de vivir una relación personal con Dios por medio de la participación en los sacramentos, vivía también su religiosidad de forma colectiva a través de determinadas celebraciones votivas de carácter festivo. Precisamente estas manifestaciones de religiosidad popular se incrementaron notablemente durante la etapa postridentina.

Se aprecia una clara distinción entre aquellas fiestas organizadas desde la misma institución parroquial por medio de la obrería o de las cofradías, y las que lo son por las instituciones o grupos representativos de la comunidad popular.

Las primeras casi siempre están relacionadas con la figura de Jesucristo y de la Virgen, pues invocan aquellos misterios y momentos importantes de sus vidas. No por ello, en estos casos, la participación popular dejaba de ser importante, ya que estas celebraciones se caracterizaban por las ricas funciones litúrgicas que contribuían a realzar el carácter místico de las mismas. Es de destacar la gran veneración que recibe el sacramento de la eucaristía en el contexto de la piedad barroca. Por medio de las otras fiestas, de carácter más popular, se rendía culto a determinados santos que tienen cierta influencia con los problemas cotidianos de los habitantes de una comunidad de rural. La participación en su organización es más activa, pues su celebración perpetua a cargo de los jurados como representantes del pueblo se decidía por un consell general de todos los vecinos. En este contesto podemos enmarcar también las fiestas de clavarios, que anualmente eran elegidos entre el ayuntamiento y el rector.

Un testimonio del profundo arraigo de estas devociones en la religiosidad popular lo constituye la aparición de algunos santuarios como las ermitas de san Roque, la del Arrabal dedicada a Nuestra Señora del Rosario, la de san Luis Bertrán, y la de san Gregorio de Ostia. También la presencia de los franciscanos alcantarinos determinó el gran peso que fue alcanzando el convento de Monte-Sión en las distintas manifestaciones de la religiosidad popular, acudiéndose a este lugar para celebrar la festividad de algunas advocaciones. Incluso muchos habitantes de Torrent manifestaron en sus testamentos el deseo de ser enterrados algunas capillas de este convento.

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