Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Capítulo III: Una Comunidad Comprometida con la Sociedad (Siglos XIX-XX)

Los cambios producidos a nivel social y económico por la caida generalizada en toda Europa occidental del Antiguo Régimen, supusieron una transformación de las actitudes de la Iglesia para ofrecer respuestas a los problemas planteados. Durante del siglo XIX se pasó de un período caracterizado por un catolicismo profundamente arraigado a nivel social, a una sociedad donde el poder político y algunos grupos sociales tendían a desvincularse de la Iglesia. Dentro de este contexto se celebró el concilio Vaticano I (1869-1870) y se publicó la encíclica Rerum Novarum (1891), acontecimientos que marcaron profundamente el papel de la Iglesia durante esta nueva etapa. Aunque a nivel de culto y sacramentos apenas se observan cambios substanciales respecto a la etapa anterior, si se aprecia un giro notable en la espiritualidad con la aparición de numerosos movimientos y asociaciones de laicos. Durante esta etapa los cristianos serán menores en número, pero mejor formados. Por parte del clero también se aprecia una mayor atención a su formación espiritual y sacerdotal para poder instruir mejor a sus feligreses.

Esta renovación eclesiástica se materializó en la diócesis de Valencia con la celebración de un concilio provincial en 1889 durante el obispado del cardenal don Antolín Monescillo y Viso, y un sínodo diocesano en 1951 convocado por el arzobispo don Marcelino Olaechea y Loizaga. Estos textos legales marcaronn las pautas de actuación para las parroquias de la diócesis durante esta etapa. Además, algunas disposiciones episcopales abolieron algunos aspectos de los sínodos del periodo barroco que ya habían quedado obsoletas para los nuevos tiempos.

Se redujo considerablemente la implicación del laico en los asuntos parroquiales, quedando exclusivamente la gestión administrativa de la parroquia en manos del rector. Esto de alguna manera suponía un retraso respecto la situación de la etapa del barroco, y dejaba abierta la posiblidad de que los clérigos pudieran cometer algunos abusos. Sin embargo, la principal novedad respecto al período anterior fue la participación del laico en la labor pastoral de la parroquia, aunque concebido como un auxiliar de la jerarquía. De ahí surgen buen número de asociaciones seglares tanto masculinas como femeninas, con diversos fines apostólicos, para poder llegar a todos aquellos ámbitos de la sociedad donde no podía hacerlo el clero.

En la religiosidad popular durante este período se materializa la pérdida de muchas tradiciones de caracter barroco que se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX, al tiempo que otras permanecieron vacías de contenido.

A nivel económico y social se pasaba de una Iglesia rica y autosuficiente, a otra que dependió económicamente del Estado como consecuencia de las sucesivas desamortizaciones de su patrimonio. Por ello en su funcionamiento acusó épocas de mejor o peor situación socioeconómica según el régimen politico vigente. A partir de la década de los cuarenta la Iglesia en España gozó de un gran poder social y económico por su afinidad con el régimen político vigente. Ello condicionó una mentalidad cerrada para la concepción de la parroquia como un ghetto donde se ofrecía refugio a los católicos de lo que se consideraban malas costumbres que arraigaban en la sociedad. De esta manera se crearon complejos parroquiales (piscina, teatro, cine, emisora) desde donde se intentaba proteger la moral con una actitud meramente defensiva.

Desde finales del siglo XIX la población de Torrent experimentó un despegue demográfico producido por dos factores fundamentales: el descenso de la mortalidad, y el aporte de inmigrantes sobre todo a partir de la década de los cuarenta del siglo XX. De los 4.317 habitantes que aparecían registrados en el censo de Floridablanca de 1787, se pasó a los 8.561 en el año 1900. En 1930 la población torrentina se cifraba en 10.433 habitantes, aumentando un 50 % en 1950, cuando se alcanzaron los 15.974 habitantes. Pero fue a partir de ese momento cuando se produjo el gran despegue como consecuencia de la llegada masiva de población inmigrante procedente de las áreas rurales, llegando a 24.042 habitantes en 1960, y a los 39.886 en 1970.

Paralelamente se observa una evolución socioeconómica de la población torrentina. En 1901 mas del 50 % de sus habitantes se dedicaban a la agricultura, un 16 % a la industria, y un 25 % a los servicios; panorama que había cambiado por completo en 1960, donde la agricultura ocupa a un 17 % de la población, la industria a un 64 %, y los servicios a un 17 %.

Estos cambios socioeconómicos tuvieron su repercusión en la estructura organizativa de la Iglesia, viéndose la necesidad de eregir nuevas parroquias. El 29 de diciembre de 1953 el arzobispo don Marcelino Olaechea y Loizaga aprobó un nuevo arreglo parroquial, que tuvo su repercusión en Torrent con la creación de las parroquias de San Luis Bertrán y de San José, cuyos territorios se desmembraron de la parroquia de la Asunción. Ante el fuerte impulso demográfico que venía experimentando Torrent, el 25 de septiembre de 1968 se erigieron otras dos nuevas parroquias: la Sagrada Familia, y Nuestra Señora de Monte-Sión. El 31 de julio de 1973 se constituyó la parroquia de Nuestra Señora del Buen Consejo, y en 1979 la de San Juan Bosco.

Desde finales del sisglo XIX la documentación hace referencia a la parroquia de la Asunción como cabeza de arciprestazgo. Por ello el rector de la parroquia de Torrent tenía a su vez la consideración de arcipreste. Este arciprestazgo estaba formado por las parroquias de Alaquàs, Albal, Alcàcer, Aldaia, Alfafar, Beniparrell, Catarroja, Massanassa, Picanya, Picassent, Sedaví, Silla y Xirivella.

 

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