Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Capítulo III: Una Comunidad Comprometida con la Sociedad (Siglos XIX-XX)

 

IV- INSTITUCIONES Y OBRAS DE ESPIRITUALIDAD Y DE APOSTOLADO.

4.2- Asociaciones de carácter benéfico y social

Del compromiso de la parroquia con aquellos sectores sociales más desfavorecidos surgieron hacia finales del siglo XIX instituciones caritativas como las conferencias de San Vicente de Paul, y otras de acción social y sindical como el Círculo Católico.

4.2.1- La Conferencia de San Vicente de Paul

Antonie Frederic Ozanam, desde su docencia universitaria, en el curso de una agitada discusión con jóvenes incrédulos, percibió la fuerza que perdían sus argumentos por no ir acompañados del testimonio de una caridad operante, y propuso a otros siete compañeros suyos comenzar a ejercerla poniéndose en contacto con las clases más pobres y necesitadas. De este modo nació la primera Conferencia de San Vicente de Paul en París en mayo de 1833. El fin de esta asociación es la santificación de sus socios y de los pobres. Sin duda alguna este objetivo parte de una valoración de la caridad desde el punto de vista romántico, que explicaba la necesidad de los pobres para que los más acomodados tuvieran la oportunidad de obtener la salvación en el ejercicio la caridad. Las conferencias tomaron el nombre de un santo francés del siglo XVII, que dedicó en su vida una especial atención a los pobres.

Rápidamente la obra de Ozanam se extendió por multitud de parroquias que organizaban sus conferencias. En España se fundó la primera en Madrid en el año 1849 por Santiago de Masarau, que había conocido y participado en esta obra durante unos años de estancia en París.

Desconocemos la fecha exacta en que esta asociación se instituyó en la parroquia de la Asunción, aunque las primeras referencias que nos hablan de su funcionamiento nos remontan al año 1903, estando la conferencia de hombres estrecha relación con el Círculo Católico, en cuyos locales se ha venido reuniendo. Hacia principios del siglo XX existían tres conferencias de hombres que solían reunirse los domingos. Anualmente se celebraban tres juntas generales donde participaban los miembros de todas las conferencias. Con posterioridad a 1939 sólo siguió funcionando una conferencia. Según su reglamento, la relación del laico con la conferencia queda establecida a través del status de socio, que eran desde su origen solamente podían hombres. Existían diversos tipos: los activos, los correspondientes, los honorarios, de honor, suscriptores, y aspirantes (jóvenes menores de 18 años).

Cada junta de conferencia contaba con los cargos de presidente, secretario, tesorero, y visitador de pobres, que era quién tenía un contacto más directo con ellos realizando visitas periódicas para conocer sus necesidades, comprobar que les llegaba adecuadamente su ayuda, y realizar entre los mismos una labor de apostolado. Estos cargos eran ocupados con una periodicidad irregular. Por encima de la junta estaba el director espiritual, que desempeñaba el rector de la parroquia u otro sacerdote en quien delegara la responsabilidad. Sin embargo este no solía participar habitualmente en las reuniones debido a sus ocupaciones de la parroquia.

Las reuniones se han venido celebrando con una periodicidad semanal. Siempre se dedicaba un momento a la oración al comenzar y al finalizar el acto, se daba lectura a un texto piadoso relacionado con la vida de san Vicente de Paul, se rendía el balance de cuentas de la semana, las altas y bajas de pobres adoptados por la conferencia, y por último se pasaba una bolsa entre los asistentes, para que cada uno depositara su limosna de una manera anónima, procediéndose a continuación al recuento general.

Los ingresos de la conferencia provenían de las cuotas y donativos de los socios. En fechas señaladas como las fiestas navideñas solían recibirse donativos extraordinarios. El dinero recogido se destinaba íntegramente a la ayuda de los hombres pobres, que consistía en alimentos de primera necesidad, medicinas, y ropa. Con el paso de los años, en ocasiones extremas, se ha llegado a pagar algunos gastos domésticos como recibos de luz o de agua potable. También los pobres gozaban de donativos extraordinarios en tres ocasiones al año coincidiendo con algunas festividades solemnes como san José, san Vicente de Paul el 27 de septiembre, y navidad.

Las conferencias de Ozanam fueron fundadas solamente para hombres, pero en el artículo 1 del reglamento general se recoge la organización de conferencias de señoras con la finalidad de atender a mujeres y a niños. Por ello en la parroquia de Torrent ha existido al menos desde principios del siglo XX una conferencia de señoras, que funciona del mismo modo que la de hombres, aunque siempre ha utilizado como lugar de reunión los locales de la parroquia.

4.2.2- El Círculo Católico Obrero de San José

Los desajustes producidos como consecuencia del arraigo de la revolución industrial en nuestro país motivaron el incremento de un nuevo proletariado urbano, cuya única forma de subsistir provenía de las rentas que obtienían de su trabajo asalariado. Pero las condiciones entonces eran muy desfavorables para los obreros, por lo que se crearon los primeros sindicatos con la finalidad de defender los intereses de la clase trabajadora. Los primeros tuvieron un corte marxista. La Iglesia católica no pudo quedar al margen de estos cambios sociales, con lo que se plantearon soluciones para estos problemas a la luz del mensaje social aportado por el evangelio. Nacieron de este modo sindicatos católicos. El padre jesuita Antonio Vicent (Castellón 1837-Valencia 1912), fue el que materializó la doctrina del sindicalismo católico en España, mediante la creación de los llamados círculos. Se fundaron prácticamente en todas las diócesis de España, siendo el más antiguo el de Manresa en el año 1864.

En la diócesis de Valencia de fundaron primero el de Alcoy en 1872, seguido de Valencia (1881), Llíria (1883), Olleria (1884), siendo en el año 1892 cuarenta los círculos instituidos.

El Círculo Católico Obrero de San José de Torrent fue fundado a inciciativa del vicario de la parroquia de la Asunción don José Méndez Perpiñá, el 7 de septiembre de 1884. Desgraciadamente poco sabemos de esta primera etapa del círculo al haber desaparecido las actas y toda la documentación generada por esta institución.

El artículo primero de los estatutos redactados por el padre Vicent, establecía como fines el mejoramiento religioso, moral, intelectual, y económico de las clases obreras. Para cumpir estos objetivo el círculo de Torrent estableció clases nocturnas de primera enseñanza y una biblioteca. También se ofrecían conferencias de formación destinadas a los obreros, y veladas científicas y literarias. Creó un patronato de la juventud, y este una banda de música en el año 1886. En 1905 construyó un teatro con patio de butacas donde se realizaban actuaciones teatrales por grupos de aficionados locales.

En una contestación del rector a una circular emitida por el arzobispado en el año 1910, este expone que en aquella fecha ya se hallaban cumplidos todos los fines propuestos inicialmente.

"Existe efectivamente en esta villa de Torrente el Círculo Católico Obrero que llena o cumple sus cuatro fines. El religioso con sus prácticas y ejercicios religiosos; el instructivo con su escuela; el recreativo; y el económico con su sindicato agrícola y cooperativa, y con su caja de ahorros".

A partir de 1940 se celebraron periódicamente conferencias formativas y actos festivos que siempre estaban acompañados con actuaciones de la banda del patronato.

Pero sin duda alguna, la aportación más importante que esta institución ha realizado a la sociedad torrentina fue la creación en el año 1906 de una caja de socorros mutuos.

4.2.2.1- Caja Rural del Círculo Católico

El modelo de estatutos para los círculos católicos redactado por el padre Vicent, recogía en su artículo 67 la oportunidad de que estas asociaciones pudieran crear cajas de socorros mutuos para beneficio de sus miembros.

La idea de llevar a efecto esta posibilidad que ofrecían los estatutos partió del médico torrentino y socio del círculo Tomás Miquel Planells. Según nos relata V. Beguer Esteve, este fue requerido por el juzgado de Catarroja para certificar la defunción de un hombre que se había ahorcado. El médico averiguó que el móvil del suicidio había sido el no poder pagar un préstamo que había contratado a un grupo de franceses que se dedicaban a este negocio a un interés del 33 por ciento mediante escritura de carta de gracia. Impresionado, comentó la idea de crear una caja con la finalidad de poder facilitar créditos a un interés módico y con buenas facilidades para que estos hechos no volvieran a repetirse. La idea fue acogida con éxito, y en el año 1906 el Circulo Católico fundó una entidad de ahorro con la marca Caja Rural del Círculo Católico. Pero muy pronto los socios del círculo se dieron cuenta de que el circunscribirla exclusivamente al marco social de su entidad limitaba sus posibilidades de actuación, por lo que acordaron denominarla Caja Rural y Sindicato Agrícola. Con ello se ocupaban, no sólo del ahorro y del préstamo, sino de facilitar la adquisición de abonos semillas, aperos, maquinaria y otros medios para financiar el desarrollo agrario, abarcando a partir de entonces el ámbito de la clase obrera, industrial y agrícola; y facilitando el ahorro y los créditos a un módico interés.

Del 10 de agosto de 1906 datan los primeros estatutos de esta entidad. Fueron aprobados por la autoridad eclesiástica el 5 de noviembre del mismo año, y por el gobierno civil de Valencia el 1 de abril de 1909. Según estos estatutos, los socios se clasificaban en cuatro clases: eran consejeros quienes aportaban un capital mínimo de 250 pts; propietarios los que participaban con una aportación mínima de 25 pts; obreros los que no aportaban cantidad alguna; y honorarios los proclamados como tales en reconocimiento a los servicios que prestasen a la entidad. Las condiciones requeridas para ser socio eran la residencia habitual en Torrent o el pago de contribución en la localidad, tener impuesta una cantidad mínima de diez pesetas, observar buena conducta, y ser admitido como tal por el consejo de administración o la junta general. El ser socio daba derecho a tener voz y voto en la junta general, así como a poder obtener créditos.

Los órganos de administración eran tres: junta general, consejo de administración, y comisión permanente. El consejo de administración se componía de siete vocales, tres elegidos por los consejeros, uno por los socios propietarios, uno por los obreros, y otro por la junta directiva del Círculo Católico. El consiliario del círculo o el sacerdote en quien este delegara, era a su vez vocal nato. Entre los vocales elegidos designaban al presidente, vicepresidente, secretario, y tesorero, cuyos cuatro cargos cesaban al renovarse el consejo, que se hacía por mitad cada dos años.

La imposición mínima era de una peseta. Los estatutos preveían que, en caso de una gran afluencia de reintegros, estos se harían efectivos de una a cinco semanas desde su solicitud. Queda manifiesto su carácter benéfico con lo previsto en el artículo 51 de estos estatutos, que indicaba que cuando las circunstancias lo permitieran se sortearía algún regalo entre los impositores pobres más asiduos.

Los préstamos eran de tres tipos: con fianza personal, con garantía de prenda, y de hipoteca. En prendas, sobre todo si eran de poca entidad, se daban grandes facilidades de rescate, y en determinadas épocas se producían cancelaciones en beneficio de los prestatarios, de acuerdo con ciertos comportamientos. El artículo 66 de estos estatutos dejaba abierta la posibilidad de conceder préstamos a personas no socias cuando el desarrollo alcanzado por la entidad lo permitiera, teniendo preferencia para ello los socios del Círculo Católico. Se marcaban en este artículo las bases de la futura expansión a escala local y comarcal.

El primer local de la caja estaba situado en los bajos del edificio del Círculo Católico, sito en la plaza de Colón, esquina con la calle de Baviera, con dos entradas independientes, una para la sección de ahorro, y otra para la de monte de piedad. A partir de 1915 se trasladó a la calle de Baviera, actual número 2, también con dos entradas para la sección de ahorro y monte respectivamente. A partir del año 1928 adquirió para su instalación un edificio sito en la plaza del obispo Benlloch. Tras las oportunas obras de acondicionamiento, los nuevos locales fueron bendecidos por el arzobispo de Valencia don Prudencio Melo y Alcalde el 17 de febrero de 1929, a cuyo acto asistieron todas las autoridades locales. En aquel año la entidad había pasado de las tres mil pesetas en recursos ajenos del año de su fundación, a los dos millones de pesetas. El arzobispo en su discurso "enumeró la actuación que en el orden agrícola, comercial, y católico-social viene desarrollando, patentizando como uno de los mayores triunfos de la caja el haber acabado con los usureros, que, prestando dinero al tercio, se habían señoreado y apoderado de los pueblos del distrito".

Durante la guerra de 1936 esta entidad sufrió algunas agresiones por su vinculación con la Iglesia. Algunos de sus consejeros fueron detenidos y fusilados, mientras que otros, para evitar sufrir estas circunstancias, tuvieron que pasar toda la guerra escondidos. La caja fue asaltada, e incendiados sus locales. En el año 1937 se nombró una comisión liquidadora, que ante la disyuntiva de poder cerrar la entidad, optó por su mantenimiento a pesar de las difíciles circunstancias, y eligió una nueva junta directiva. En 1939 se restableció con mucha dificultad su funcionamiento habitual al haber sido incendiados todos los archivos durante la contienda.

A partir del año 1954 comenzó la expansión y consolidación de esta entidad abriendo su primera sucursal en Picanya. En años posteriores se inaguraron otras en Alfafar, Silla, Masanasa, Sedaví, Albal, Beniparrell, Alaquàs, Xirivella, y Manises.

Sin duda alguna, esta ha sido la aportación más notable que ha realizado el Círculo Católico a la sociedad torrentina, que bajo las sucesivas marcas, ha venido prestando sus servicios en la localidad de origen y en otros pueblos de la comarca, hasta su fusión en el año 1988 con la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Desde su fundación se tomó la costumbre de destinar al fondo de reserva exclusivamente el porcentaje marcado en los estatutos, destinándose el resto de los beneficios obtenidos por la entidad a obras sociales para potenciar el desarrollo y bienestar de los torrentinos en un principio, y con el paso del tiempo, de los habitantes de aquellos pueblos donde se iría implantando.

Desde los primeros años de su existencia cabe resaltar la colaboración con el asilo de santa Elena, con el colegio y convento de Monte-Sión, así como el fomento de becas y ayudas escolares, incluidas las de estudios religiosos destinadas a seminaristas. Las ayudas se fueron extendiendo a las actividades educativas, deportivas, y culturales; a la agricultura, la industria, el comercio, el incremento del patrimonio familiar, y la construcción de viviendas.

Para intentar paliar el problema de la escasez de viviendas, que se había agravado con la riada de 1957, en el año 1959 se creó la entidad benéfica Constructora del Patriarca San José, promovida, tutelada y protegida por la caja de ahorros. Sus primeras obras fueron la construcción de 72 viviendas en la carretera de Montserrat en el año 1961, y la posterior promoción de dos grupos de 178 y de 218 viviendas en el barrio de la Sagrada Familia, con la edificación de un templo que en al año 1968 se convertiría en parroquia.

La presencia del propio rector en el consejo directivo de la caja como consejero nato, así como de gente muy vinculada con la parroquia posibilitó una colaboración muy estrecha con la parroquia ofreciendo considerables facilidades para la obtención de créditos destinados a financiar las obras de la piscina, las viviendas, la emisora, el cine, etc. En muchas ocasiones sus ayudas fueron totalmente desinteresadas, como ocurrió con la financiación integra por parte de la caja en el año 1958 de una guardería infantil que instaló la parroquia de la Asunción en los locales del centro de doctrina de la Iglesia del Buen Consejo. Pero el hecho más destacable en este sentido fue la reconstrucción en el año 1961 del retablo mayor de la parroquia que había sido incendiado en 1936, por iniciativa de su presidente don Agustín Muñoz García.

4.2.3- Entidad benéfica la Asunción de Nuestra Señora

Uno de los problemas sociales más preocupantes de la década de los cincuenta fue el de la escasez de viviendas dignas para los obreros inmigrantes que llegaban en busca de trabajo. La ciudad de Torrent incrementó notablemente su población como consecuencia de la demanda de mano de obra industrial, por lo que muchos obreros tenían que vivir hacinados con sus familias por la falta de una vivienda digna. Este motivo llevó a la Iglesia a tomar iniciativas en este campo. Durante el obispado de don Marcelino Olaechea Loizaga, un hombre de gran preocupación social, se creó la sociedad benéfica constructora de Nuestra Señora de los Desamparados.

En la parroquia de la Asunción de Torrent se tomó una iniciativa similar con la constitución de la Entidad Benéfica La Asunción de Nuestra Señora el 27 de octubre de 1953, mediante acto realizado ante el notario de Torrent don Pedro Calatayud de Roca. Estaba integrada por autoridades y personas relevantes de la localidad, y entre sus fines benéficos se indica la construcción de viviendas de renta baja. Para ello, disponiendo la parroquia de la Asunción de la propiedad de unos solares en el Camí Reial, se encargó el proyecto para la construcción de 144 viviendas. Pero a la entidad benéfica le fue denegado el carácter de entidad constructora, basándose en el criterio del arzobispado de que en el ámbito de la diócesis no existieran otras entidades benéficas constructoras distintas a la de Nuestra Señora de los Desamparados. Por este motivo el 16 de septiembre de 1954 el rector de la parroquia de la Asunción de Torrent pedía al arzobispado a que la Entidad Benéfica La Asunción de Nuestra Señora continuara su funcionamiento como filial de Nuestra Señora de los Desamparados. Así fue acordado, y para ello la parroquia vendió al arzobispado el solar sobre el que se iban a edificar las viviendas por el precio de 144.000 pesetas. El presupuesto de la ejecución del proyecto fue de 9.864.583,75 pesetas. De esta cantidad don Juan Martín Argaya Goicoechea, hermano del que fue obispo auxiliar, y miembro de la entidad benéfica de la Asunción desde su constitución, pagó de su propio peculio 711.598,43 pesetas, donde se incluye el coste del solar y de los proyectos de construcción. Las viviendas salieron a la venta al precio de 72.696 pesetas para los bajos y de 66.251 para los pisos, amortizables en un plazo de cuarenta años.

Las obras dieron comienzo en el año 1955, y las viviendas fueron inaguradas solemnemente el domingo 24 de febrero de 1957. Por la mañana llegaron a Torrent el arzobispo don Marcelino Olaechea, el jefe provincial del Movimiento y gobernador civil, y el inspector de zona. A la entrada del pueblo fueron recibidos por el ayuntamiento en pleno presidido por el alcalde, jerarquías de Falange, y eclesiásticos. Al acto se sumó el pueblo en masa con la banda de música local. Acto seguido, la comitiva presidida por el arzobispo se trasladó hasta las viviendas, dasarrollándose el acto sobre una tribuna instalada al efecto. Desde ahí fueron bendecidas las viviendas por el arzobispo, y tras pronunciar las autoridades sus respectivos discursos se procedió a la entrega de llaves y títulos de propiedad para los 144 beneficiados.

 

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