Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Capítulo III: Una Comunidad Comprometida con la Sociedad (Siglos XIX-XX)

 

IV- INSTITUCIONES Y OBRAS DE ESPIRITUALIDAD Y DE APOSTOLADO.

4.4- Obras de catequesis y propaganda

La tarea de evangelización de la parroquia se manifestó a través de medios muy generalizados, como la celebración periódica de misiones populares, o con la adopción de iniciativas particulares consistentes en la creación de dos centros de culto y de enseñanza de la doctrina en barrios muy alejados geográficamente del templo parroquial, y en la celebración durante la década de los treinta de colonias de verano para los niños que asistían a las catequesis.

4.4.1- La evangelización de masas: las misiones populares

El derecho canónico recoge la obligación del obispo de velar por que los párrocos proporcionen a sus feligreses una sagrada misión, al menos cada diez años. Las misiones son predicaciones especiales y extraordinarias continuadas durante varios días, con otras practicas piadosas, para incitar a los fieles a la penitencia y al fervor. De la predicación se encargaban los misioneros que, aunque podían ser clérigos seculares, casi siempre se elegían a los miembros de una determinada congregación religiosa. Durante este período las misiones aparecen como un instrumento de evangelización muy eficaz, capaz de llegar a gran número de gente. Suponemos que en cumplimiento del precepto del ordinario, se celebrarían misiones al menos cada diez años, pero no nos ha quedado constancia escrita de todas ellas.

La primera misión que tenemos referencia se convocó en el año 1882, siendo rector don José Giner, quien pidió el oportuno permiso al arzobispo "...teniendo por muy conveniente para la salvación de las almas que en el santo tiempo de adviento que vamos a entrar se diera una solemne misión en esta parroquia de su cargo por los padres capuchinos del convento de santa María Magdalena de esta provincia".

Los actos dieron comienzo el día 9 de diciembre por la noche, y se concedieron las indulgencias previstas a los fieles que acudieron a oír la palabra divina.

Según Victoriano Andrés se efectuó una misión en 1895 a cargo de los padres jesuitas. Según nos cuenta la asistencia de fieles fue multitudinaria, pues "en una noche se pegaron por querer entrar en la iglesia, porque ya no se cabía, a pesar de ser tan capaz, pues estaba hasta la grada del altar mayor todo lleno de gente".

El 11 de enero de 1907 se hizo otra misión, que predicaron los jesuitas, cuyos preparativos nos relata el cura párroco:

"Considerando que ha de ser muy provechosa una misión en esta parroquia para el bien moral y espiritual de esta población, de acuerdo con el reverendo clero, y obtenida la benia y la bendición de la autoridad eclesiástica, he conseguido se encargaran de darla los padres de la Compañía de Jesús, y se ha conseguido que el viernes día once de los corrientes, después de puesto el sol, harán su entrada pública tres padres misioneros principiando inmediatamente el primer ejercicio".

También en el año 1914 se celebró una misión en Torrent. Los actos, que duraron toda una semana, dieron comienzo el 19 de marzo, tercer domingo de cuaresma. A las cuatro y media de la tarde llegaron a la estación los padres Yñesta, Ferris, Hernández y Martín Mengod, siendo recibidos por el clero presidido por el cura párroco, las autoridades locales, y numeroso público. El cura, vestido con capa, hizo entrega de un santo Cristo al padre Martín, y de ahí se dirigieron al templo parroquial donde el padre Yñesta dio las gracias al pueblo y a las autoridades y explicó el fin de la misión. Como nos relata la crónica "los vivas a los padres se sucedieron sin interrupción hasta la despedida de la iglesia".

Durante toda la semana se celebró la misa primera a las cuatro y media de la mañana, en la que se predicaba desde el púlpito. A continuación tenía lugar una plática de media hora a la que asistía bastante gente. A las nueve de la mañana se enseñaba la doctrina con una platica para los niños, haciéndose lo mismo también para las niñas. El jueves se celebró la comunión de niños y niñas, el viernes la de solteras, y el sábado la de casadas.

El sábado por la noche tuvo lugar un acto de Adoración Nocturna. Se pasó la noche confesando hasta las cuatro y media, hora en que dio comienzo la misa de comunión general para los hombres, a la que asistieron unos novecientos. De madrugada se celebró una solemne procesión general con el Santísimo.

El domingo por la tarde tuvo lugar el acto de despedida. En él se expuso el Santísimo, se cantó un solemne trisagio, seguido de un sermón a cargo de un padre misionero, se procedió a la reserva de la eucarisría, finalizando el acto con una solemne bendición papal. El lunes por la mañana se celebró un comulgar de impedidos, durando este acto cuatro horas y media. Según don Victoriano, en este comulgar de impedidos "se pusieron por tierra muchos pañuelos de Manila".

En 1923 y 1929 se celebraron misiones, encargándose de su predicación los franciscanos y redentoristas respectivamente. En esta última misión, como consecuencia de la gran asistencia de fieles, don Victoriano escribió en sus apuntes "Aun queda fe en Torrente".

El clima de intolerancia vivido con motivo de la proclamación de la república y de la guerra civil impidió celebrar misiones dentro de la periodicidad acostumbrada, convocándose la primera misión de la postguerra en el año 1940.

La misión por excelencia que todos recuerdan fue la de 1949, que finalizó con un congreso eucarístico arciprestal.

En el mes de febrero de 1949 se celebró en Valencia la Gran Misión, alcanzándose un importante éxito a nivel de participación. A raíz del notable eco de este acontecimiento, el arzobispo don Marcelino Olaechea concibió la idea de extender por los arciprestazgos este movimiento de recristianización de masas. Pronto se celebrarán misiones en Llíria, Albaida y Alberic, todas ellas precedidas por la de Torrent en octubre de ese mismo año. Pero la aportación principal respecto a la misión de Valencia fue la celebración de un congreso eucarístico que sirvió de colofón a los actos misionales.

El domingo 13 de marzo de 1949 el arzobispo presidió en Torrent un rosario público desde la ermita de san Luis hasta la parroquia de la Asunción. Ahí celebró una eucaristía donde convocó a todo el pueblo a participar en la santa misión y congreso eucarístico a celebrar en este arciprestazgo del 13 al 30 de octubre próximo. El semanario local Torre justifica de esta manera las causas de tal designación: "Es un dato muy significativo el que, a pesar de las reiteradas peticiones de otros arciprestazgos, nuestro querido Arzobispo haya designado a Torrente -que no lo había solicitado- para la celebración del Congreso Eucarístico Arciprestal, por nuestra aportación entusiasta en el XXV aniversario de la coronación de la Virgen de los Desamparados". La explicación del arcipreste resulta más racional: "Por el número de almas, categoría de pueblos, y vecindad con la capital se eligió Torrente"

La misión era una llamada masiva a la conversión y acercamiento a Dios por medio de la predicación, oración y penitencia. Las palabras del Arcipreste recogen su verdadero sentido: "si todas las almas son de Cristo, vamos a dárselas todas. Y hemos de crear la técnica que las atraiga". Desde este punto de vista se entiende perfectamente el carácter universal de la misión, dejando al margen cualquier tipo de discriminación por condición social, ideología política, mayor o menor relación con la Iglesia, etc.

Pronto había que comenzar a trabajar para asegurar el éxito de la misión, y que esta tuviera la relevancia que merecía. Este se apoyó en dos pilares fundamentales: oración y sacrificio. Siguiendo la recomendación que el arzobispo hizo en la misa del 13 de marzo, después de cada eucaristía en todas las parroquias del arciprestazgo se rezaba una oración y una salve pidiendo por la misión. El sacrificio también fue importante, y desde él se intentó comprometer al máximo número de gente desde diversas posibilidades: suscripciones, platos de caridad, donativos, envío de cartas a todas las familias invitando a sus miembros, y con la participación directa en los trabajos de preparación. La llamada del cura arcipreste resulta bien ilustrativa:

"ciega obediencia y la más entusiasta colaboración de nuestros fieles de toda edad, sexo y condición, que a todos os vamos a necesitar, para que cada uno en su puesto, el que más convenga a nuestro fin, sin reparar en sacrificios, que todos serán pocos para nuestra empresa, sepan dar el rendimiento que Torrente y la Iglesia exigen de nosotros en este magno acontecimiento que se nos avecina".

Inmediatamente se constituyó una comisión de organización de la santa misión y congreso eucarístico, presidida por el arzobispo con carácter honorífico, y por el arcipreste de Torrent con carácter efectivo; y seis comisiones técnicas: de organización y arte, de hacienda, de propaganda, de procesiones, de niños, y de hospedajes y transportes. Además cada una de las dieciseis localidades del arciprestazgo que iban a ser misionadas constituyó la suya para encargarse de organizar y coordinar los actos que ahí tendrían lugar. A nivel local se crearon en las distintas barriadas comisiones para el ornato de calles. A nivel arciprestal se editó la revista Salvación. Boletín de la Santa Misión y Congreso Eucarístico Arciprestal, cuyo primer número apareció el 27 de marzo de 1949, concluyendo la publicación con el número 19 que salió a la luz el 22 de octubre del mismo año. El 10 de julio se convocó un concurso artístico-literario con varios temas. El fallo de los temas 6 y 7 fue publicado el 10 de agosto, resultando ganador del concurso de carteles el tema "Turris Antiqua" de don Miguel Portolés, premiado con 4.000 pesetas, mientras que el concurso musical quedó desierto. Posteriormente el sacerdote don Miguel Portolés compuso la música para el himno de la misión, basándose en la letra de Francisco J. Torrent. El fallo de los temas 1 al 5 se publicó el 1 de octubre.

Durante estos meses de constante trabajo el arcipreste siempre estuvo en contacto con los padres misioneros, como prueba la correspondencia mantenida con el padre Langarica, director de la misión en el arciprestazgo de Torrent, que se conserva en el archivo parroquial. Este visitó Torrent el 2 de junio para interesarse por la organización de la misión, y continuó su visita por otros pueblos del arciprestazgo.

Los actos premisionales comenzaron el sábado 1 de octubre con la salida de la Virgen de los Desamparados de la ermita de san Luis Bertrán para recorrer durante doce días absolutamente todas las calles de la población, invitando a todos los fieles a participar en la misión. Por la noche la imagen premanecía en centros de culto o casas particulares previamente determinadas, donde se velaba rezando el rosario. En la madrugada del día 12 salió la imagen de la iglesia del convento de Monte-Sión, vestida de manto morado de penitencia, para ser trasladada al cementerio.

Los actos de la santa misión dieron comienzo el día 13 de octubre. A las 16 horas tuvo lugar en la entrada de la población el recibimiento oficial de las autoridades al arzobispo, quien en coche descubierto recorrió las calles de Gómez Ferrer, Sagra, plaza del Caudillo, y Maestro Giner, para dirigirse al colegio de las religiosas Trinitarias donde le esperaban los padres misioneros. Desde ahí, la comitiva del clero y autoridades civiles, acompañada por las imágenes del Cristo de la Buena Muerte y de san Luis Bertrán, se trasladó a la plaza del Caudillo (actual plaça Major) donde tuvo lugar una solemne recepción. El acto dio comienzo con el rezo de un miserere, y a continuación pronunciaron discursos el arcipreste, el director de la misión y el arzobispo. De ahí se trasladaron al templo arciprestal para cantar una salve a la Virgen de los Desamparados, que para la ocasión había sido trasladada desde el cementerio a la plaza. Finalizado el acto, los misioneros, en coches particulares y acompañados por las autoridades, se trasladaron a sus respectivos pueblos.

En Torrent se habilitaron cinco centros misioneros. El de la parroquia de la Asunción, donde predicaron los padres Langarica de Pamplona, L. Jaureguizar de Bilbao, y Victoriano Larrucea de la casa de ejercicios de Bilbao. En el centro de la ermita de san Luis predicaron los padres Ricardo Estívez y José Herrera de Madrid, y Carlos Corcuera de Orense. Al convento de Monte-Sión acudieron los padres Veremundo Pardo de Madrid, y Vicente Torregrosa de Alcoy. Del centro de san Ramón y san Cayetano se encargaron los padres Carlos Huarte y Nicolás Larraya de Navarra, y por último el centro de san Vicente en la Masía del Juez fue asistido por el padre Alejandro Pérez de Madrid.

Todas las calles de la localidad fueron adornadas por sus vecinos. Para impulsar esta labor se convocó un concurso de ornato de calles. Aunque resultó difícil la decisión del jurado teniendo en cuenta que todas estaban muy bien decoradas, este otorgó el premio a la calle del Convento.

Del día 13 al 22 se celebraron actos propios de la misión para cada pueblo, consistentes en un rosario de la aurora, y una predicación matutina y vespertina. Los temas de estas charlas estaban basados en los contenidos de los mandamientos y de los sacramentos, orientando las actitudes de los cristianos hacia su cumplimiento. El domingo 16 al anochecer tuvo lugar un solemne viacrucis de penitencia. El domingo 23, a las 8 de la mañana, se celebró en cada pueblo una misa de comunión. A las cinco de la tarde tuvo lugar el acto final de la misión con promesas de perseverancia de sus asistentes y con las alocuciones del padre Langarica y del arcipreste. Por último don Marcelino Olaechea realizó la apertura del congreso eucarístico.

Todos los días del congreso comenzaron con una misa matutina de comunión, se celebraban confesiones, y del 25 al 28 se realizó la exposición del Santísimo en cada centro. El día 24 estuvo dedicado a los difuntos, el 25 fue el día de la caridad, el 26 dedicado a los niños, el 27 a los sacerdotes, y el 28 a las mujeres y jóvenes. El sábado 29 se celebró el día mariano con una especial relevancia. A las seis de la mañana se cantó la tradicional aurora, convocando al rosario que se rezaría a las siete en cada centro. Posteriormente se trasladaría la imagen de la virgen misionera a la plaza del Obispo Benlloch para la celebración de eucaristía. A las 9 comenzó la concentración de imágenes marianas venidas de los distintos pueblos del arciprestazgo en los lugares que tenían asignados para celebrar una misa. Al terminar las respectivas celebraciones, todas las imágenes se trasladaron al templo arciprestal. A las 16,30 comenzó una procesión mariana desde la parroquia de la Asunción hasta el convento de Monte-Sión presidida por el arzobispo, a quien se le hizo entrega de las formas incorruptas de Silla, que se trasladaron en procesión solemne al templo de la Asunción. El Domingo 30 se celebró el día eucarístico general del arciprestazgo de Torrent, con una misa pontifical presidida por el arzobispo en el templo de la Asunción. Y a las 5 de la tarde tuvo lugar el acto de clausura del congreso en la plaza del Obispo Benlloch. Al día siguiente los misioneros se despidieron en sus respectivos centros en la misa de las siete y media de la mañana.

En el aspecto económico, la misión cubrió sus propios gastos con las diversas actividades realizadas para recaudar fondos. Los ingresos ascendieron a 283.810,95 pesetas, cifra que nos habla de la magnitud que alcanzó la organización de esta convocatoria. De ellas se gastaron 278.921,20, lo que reportó un superavit de 4.889,75 pesetas. Es de destacar que buena parte de los ingresos provino de la suscripción pública en Torrent, recaudándose bajo este concepto 168.566 pesetas. Según comprobamos en los libros de suscripciones, fue mucha gente la que participó en ellas, aportando cada uno de acuerdo con sus posibilidades económicas, pues aparecen donativos desde dos pesetas, hasta las dos mil. Respecto a esta forma de participación se corrieron por el pueblo ciertos rumores dudando de la voluntariedad de las mismas, que el arcipreste no dudó en desmentir enérgicamente en un artículo publicado en el semanario Torre. Una iniciativa curiosa fueron las huchas pro-misión donde se depositaban pequeñas cantidades en metálico provenientes de un pequeño sacrificio realizado en helados, tabaco, cine, golosinas...

Desde el punto de vista pastoral, la santa misión dejó unos frutos muy importantes. Permitió el acercamiento de aquellas personas que por su condición social se hallaban más alejadas de la Iglesia, así como el interés de la comunidad por acogerles. Todos los testimonios consultados coinciden en indicar que lo que se vivió en esos actos no se puede narrar con palabras. Durante más de una década, cada mes de octubre se conmemoró el aniversario de la santa misión.

Sin duda alguna el éxito de la misión fue fruto del gran trabajo realizado por todos los miembros de la parroquia que participaron desde su presencia en las diversas comisiones, hasta adornando la calle o las fachadas de sus casas. Pero una parte importante del éxito cabe atribuirla a la personalidad y carisma del arcipreste don Felipe Navarro Nogueroles, que con su constante trabajo y oración alentó y supo integrar a todo el pueblo dentro de este acontecimiento. El 8 de octubre "...el Sr. Arcipreste, desde un balcón donde presenciaba el paso de la Virgen dirgió una arenga a la masa de torrentinos que le seguían. Habló D. Felipe en nuestro dialecto y en valenciano puro, dijo muchas cosas a la Virgen y habló de su próxima visita al cementerio. Con hermosos párrafos llegó hasta lo más profundo de nuestro corazón...". Sin duda alguna estas actitudes resultan ilustrativas de la personalidad del arcipreste.

4.4.2- La Dominical

Uno de los barrios más distantes geográficamente del templo parroquial era el llamado Poble Nou. Por ello este sector de la población se hallaba prácticamente desarraigado de la vida parroquial.

Con la finalidad de crear un centro donde se enseñara la doctrina y pudiera celebrarse misa dominical para facilitar la integración de esta barriada, en el año 1905 Pilar Villalva donó un solar enclavado en esta barriada. Inmediatamente comenzaron a trabajar con el fin de obtener el dinero necesario para levantar el edificio, guiados y animados por el capellán de la parroquia de la Asunción don Joaquín Vidal Andreu. María Medina, Antonia Olaso, y otras jóvenes de la junta de damas catequistas se encargaron de llevar a cabo de esta labor. Además de recoger donativos, se trabajó mucho vendiendo rifas de modestos objetos. Con el primer dinero se compraron pollitos que se repartieron por las casas de las niñas para recriarlos y venderlos en las fiestas de navidad de 1905.

El 29 de abril de 1906 se colocó solemnemente la primera piedra del edificio, celebrándose una misa en la que predicó el padre Rosell de la Compañía de Jesús. El acto, que estuvo amenizado por la banda de música del patronato del Círculo Católico, contó con la asistencia de muchos vecinos.

El edificio pudo verse concluido gracias a la ayuda material de muchos torrentinos y habitantes de la barriada. Francisco Carratalá, alias Capanegra, aportó mil reales; Julia Trénor compró la madera necesaria y ayudó con una pequeña cantidad en metálico; algunos hombres trabajaron desinteresadamente con sus carros acarreando cal, ladrillos, y grava; y muchísima gente de la barriada y del resto de la población dio lo que pudo de acuerdo con sus posibilidades económicas. De esta forma se construyeron una capilla para celebrar misa todos los domingos, y dos amplios salones donde acudían algunas mujeres de la parroquia de Torrent a impartir la catequesis dominical a las niñas.

En el año 1919 ocuparon el edificio las religiosas Salesianas de María Auxiliadora, encargándose en adelante continuar la labor emprendida por la parroquia, de acuerdo con sus métodos. Pero estas tuvieron que dejar el local a consecuencia de la guerra de 1936.

En el año 1939 se reabrió el centro y, ante la ausencia de las religiosas, fue otra vez atendido por jóvenes catequistas de la parroquia pertenecientes a Acción Católica, que acudían a dar sus lecciones de doctrina. A partir del año 1940 contaron con la ayuda de unas religiosas Obreras de la Cruz, que estuvieron poco tiempo. Y en el año 1953 las salesianas ocuparon de nuevo el edificio, haciéndose cargo en adelante de toda la labor pastoral del centro.

La capilla sirvió como templo de la nueva parroquia de San José desde el año 1955 en que fue instituida, hasta el año 1967 en que se construyó una nueva iglesia en la avinguda del País Valencià.

4.4.3- Centro de Doctrina Cristiana Iglesia del Buen Consejo

Otro de los sectores de la población que se encontraba desatendido espiritualmente por alejamiento respecto al templo parroquial de Torrent era el barrio de san Cayetano. Por este motivo en la década de los veinte se pensó en la idea de abrir ahí un centro de doctrina como se había hecho años atrás con la Dominical. Para ello se contó con la colaboración de Pascual Rubio Esteve, quien ofreció desinteresadamente su taller de tonelería ubicado en la calle de Valencia durante los fines de semana para prestar este servicio. Obtenido el permiso del ordinario, se inaguró solemnemente el nuevo centro de doctrina en el año 1927 con una misa celebrada por el arzobispo don Prudencio Melo y Alcalde. Durante esos años se celebraba misa los domingos, y a continuación se explicaba la doctrina. Para la celebración de la misa dominical se acondicionó un pequeño altar que se ocultaba con unas puertas de madera los días de entre semana cuando se trabajaba en el taller. Por las tardes había celebración de los siete domingos de san José. De esta manera funcionó el centro todos los fines de semana hasta que fue clausurado a partir de la guerra civil de 1936.

Finalizada la guerra no se reabrió el centro. Pero raíz del éxito de la misión de 1949, para la cual se acondicionó un local en la calle de san Cayetano, se vio la necesidad por parte de la gente de esa barriada de abrir un centro con carácter permanente. Para ello se hicieron las gestiones necesarias, y se compró el viejo taller de tonelería a sus propietarios. De esta forma el centro volvía a abrir sus puertas el 29 de octubre de 1955, festividad de Cristo Rey. Ese día salió en procesión el rosario público desde el templo parroquial hasta el centro, acompañando la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo numerosos fieles y los militantes de las cuatro ramas de Acción Católica con sus respectivas banderas. Ahí se colocó la imagen de la Virgen en su nuevo altar, y se celebró una misa solemne. Finalizada la ceremonia, se regresó en procesión al templo parroquial rezando el rosario.

Durante esta etapa se celebraban dos misas los fines de semana: una el sábado por la tarde, y otra el domingo por la mañana a las 11 horas. El cuarto domingo de mes por las tardes se rezaba un rosario seguido de una procesión claustral por el centro, y se terminaba con una pequeña rifa de alimentos o de ropa. Pero la tarea más importante era la enseñanza de la doctrina, que atendían los militantes de Acción Católica. Los hombres enseñaban a grupos de niños, y las mujeres a grupos de niñas. Para convocar al catecismo iba un joven tocando una campanita por todas las calles del barrio. Y para lograr atraer el mayor número de niños posible se servían de prácticas utilizadas en aquella época por muchas asociaciones parroquiales: los niños que asistían semanalmente eran obsequiados con una merienda de rosquilletas o con un panecillo y una chocolatina, que regalaban semanalmente los hornos de la localidad; y con un vale, que daba derecho a participar en una rifa de ropa o calzado celebrada al final del curso. De esta forma llegaron a integrarse en la doctrina algunos grupos de gitanos que vivían en las cuevas del barranco.

A partir del año 1956 comenzó a celebrarse por la barriada la procesión de Nuestra Señora del Buen Consejo cada 26 de abril, o el domingo próximo si este día no coincidía en festivo. Para organizar el culto se elegían anualmente unas clavariesas. Al poco tiempo se instituyó la cofradía bajo esta advocación mariana. Y de las cuotas que pagaban sus asociadas se colaboraba con las necesidades del centro, comprando todos los años algunos trajes de primera comunión para los niños que no podían obtenerlo.

En el año 1958 se adquirieron unos locales recayentes a la calle de san Cayetano, donde se instaló una guardería infantil, que costeó íntegramente por la Caja de Ahorros de Torrent. La obra estuvo regentada por un grupo de religiosas Operarias Doctrineras, que además ofrecían su colaboración en la enseñanza del catecismo durante los fines de semana.

Con el paso de los años, el viejo taller se fue acondicionando e iba adquiriendo el aspecto de un templo. Se enlucieron y pintaron las paredes, se pavimentó el suelo, y se colocaron unos bancos de madera del salón parroquial, y numerosas sillas donadas procedentes del viejo estadio del equipo de fútbol local. Y a la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo se fueron agregando otras como la de san Cayetano, y san José, regaladas por los vecindarios de las respectivas calles, y la Virgen de los Desamparados que, procedente del templo de la Asunción, fue donada al ser sustituida por una nueva con motivo de la construcción del retablo de su capilla.

En el año 1973, con motivo de un nuevo arreglo parroquial, el centro del Buen Consejo fue erigido en parroquia, teniendo en adelante un funcionamiento autónomo.

4.4.4- Las colonias en el Mas del Jutge

Hacia el año 1930 comenzaron a celebrarse unas colonias de verano en el Mas del Jutge organizadas por la parroquia de Torrent. Se trata de una experiencia innovadora para la época, que podemos calificar como preconizadora de los campamentos de verano que se hallan tan extendidos en la actualidad. Su finalidad, más que catequética, era recreativa, ya que sus asistentes ya acudían durante el año a las catequesis de la parroquia. La guerra civil de 1936 supuso su interrupción, y no se volvieron a reanudar una vez finalizada.

Su creador fue el párroco don Vicente Mengod Romeu. Para ello se aprovechó la nave existente en la primera planta de la ya desaparecida casa del Mas del Jutge, junto a su capilla, que se habilitó para dormitorio al colocarse camas suficientes, y se improvisó una cocina. Las colonias tenían comienzo hacia la última semana de junio, y todos los años había cuatro turnos de diez días de duración, dos de chicos y dos de chicas alternativamente, donde solían asistir unos cuarenta o cincuenta niños por turno. Los destinatarios de las colonias eran los niños y niñas que se encontraban en las catequesis de primera comunión y de postcomunión. Una vez eran jóvenes podían continuar asistiendo como monitores.

Unos días antes de que comenzaran los turnos, los monitores iban por el mercado, tiendas, y carnicerías de Torrent, con la finalidad de recoger productos en especie que los dueños de los comercios les ofrecían gratuitamente: arroz, carne, embutido, aceite, frutas, verduras, etc. Si lo recogido no llegaba para cubrir las necesidades, lo que faltaba se compraba con el fondo de la catequesis, ya que los monitores durante el curso se encargaban de recoger dinero destinado a este fin. Por este motivo la asistencia era totalmente gratuita.

A la masía se subía con carros desde la población. Durante su estancia eran acompañados por algunos catequistas de la parroquia, acudiendo chicos si el turno era de niños, y chicas si era de niñas. Habían también unas mujeres que se encargaban de la cocina.

La jornada habitual comenzaba por la mañana aseo y misa a las nueve, que celebraba el párroco del Mas del Jutge don Antonio Ferrando Colomer. Acabada la misa se desayunaba y se hacía una excursión a ciertos parajes de la contornada como el Pi de sant Domingo, la Serra Perenxissa, o a algunas masías cercanas como la del Rey, la de Santonja, la de Cardona, etc. Hacia el mediodía, si no se había encontrado ninguna charca de algún barranco al paso de la excursión, se iba a tomar el baño a la balsa de Fresquito. Después de la comida, por la tarde, se alternaba el tiempo libre con cualquier otra actividad: juegos, concursos de preguntas sobre la catequesis, etc. Después de cenar, había una velada celebrándose juegos, alguna pequeña charla, concursos de adivinanzas, etc.

Una de las noches se celebraba una procesión de antorchas por las casas de la masía. El jueves era el día dedicado a recibir las visitas de los padres, celebrándose con ellos un festival donde se representaba una pequeña obra de teatro sobre un escenario montado a propósito con unas tablas que se colocaban sobre unos toneles de vino. Durante cada turno, en algunas ocasiones acudía el párroco de la Asunción don Vicente Mengod, quien obsequiaba con caramelos a los niños y a las niñas. También se contaba con la asistencia de un médico que subía dos días para visitar si había alguien enfermo.

Lo que con más cariño recuerdan los que ahí acudieron es colaboración de los habitantes del Mas del Jutge. Sus vecinos siempre tenían las casas abiertas ante cualquier necesidad que pudiera planteárseles. En este sentido el coche del tío Ventura y de la tía Inés siempre estaba disponible por si había que bajar con urgencia alguien al médico.

 

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