Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Matrimonio y Familia: Equipos de Nuestra Señora 2003-04, Tema 1: Las Bienaventuranzas.

 

INTRODUCCIÓN

  

El Tema

 

« Viendo a la muchedumbre, subió al monte, se sentó y sus discípulos se le acercaron. y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: "Bienaventurados"» (Mt 5, 1-2)

Después de dos mil años seguimos haciendo un profundo acto de fe en estas palabras, porque seguimos creyendo en Aquel que las proclamó; las bie­naventuranzas son la síntesis de su predicación, auténtico camino para la humanidad, la fuerza que hace al hombre plenamente hombre; son el camino del amor sin límites.

 

Originales, profundas, osadas, valerosas y también inquietantes y exigen­tes, resumen con intensidad la ley nueva; su vigencia es tan absoluta como el mismo evangelio y nos ofrecen el único proyecto digno de vivirse de verdad y en plenitud; de ahí que decidiéramos titular el tema, novedad de ser, vivir y pensar.

 

Su origen

 

Al finalizar el segundo año de la orientación surgida del Encuentro de

Santiago, "Ser pareja cristiana hoy en la Iglesia y en el mundo ", mis equi­pos (Badajoz 13, 26) coincidieron en elegir como tema de estudio para el curso, las bienaventuranzas. Hoy reconozco que para ellos y sobre todo para mi fue una elección acertada.

 

Para facilitar el trabajo cada mes, después de recopilar textos, (al final tenéis la bibliografía que he utilizado), preparaba el tema para la reunión y al final de la misma evaluábamos e introducíamos las correcciones que ellos me indicaban.

Cuando en la reunión del Equipo de super-región se planteó el tema del presente curso, los responsables de la región Extremeña ofrecieron el trabajo que con mis equipos estaba haciendo y pareció que podía ser beneficioso para los ENS en España, y después de algunas enmiendas y correcciones lo que tenéis en vuestras manos es lo que ha salido.

 

Para preparar los temas

 

Es bueno que cada miembro de la pareja haga una primera lectura de corrido

, para captar el esquema general y adquirir una visión de conjunto. Después, una segunda lectura detenida, subrayando y tomando notas.

Con estos elementos y ya en pareja, tratar de responder a todas o a algu­nas de las preguntas del cuestionario, siempre sin olvidar que éstas se propo­nen para orientar nuestro diálogo y nunca como preguntas de un examen: el intercambio sobre el tema debe ayudamos a asimilar actitudes de vida y no sólo a enriquecer nuestra formación.

 

Además del cuestionario cada tema incorpora una propuesta para la oración en el equipo, éste era el punto fuerte de la reunión previa con el hogar que acogía; se buscaba un símbolo que centrara la oración y sirviera de recordato­rio durante el mes. Al final junto a la bibliografía tenéis los que nosotros hemos utilizado, pero lo ideal sería que cada equipo elaborara los suyos propios.

 

Sugerencias para vivir la bienaventuranza a lo largo del mes

 

Cada tema incorpora al final sugerencias para los medios que el

Movimiento nos ofrece, sentada, regla de vida, oración personal, conyugal...; no se trata de hacerlos todos y para todas las reuniones,

Al planteamos hacer en equipo nuestro tema de estudio, una de las cosas que vimos con claridad era la unidad o armonía que debía existir en todo lo que hacemos, por eso me pidieron que a cada reflexión del tema siguiera, una propuesta de sentada, regla de vida, etc...; es cierto que un mes no es tiempo suficiente para adquirir actitudes, pero ahí está y siempre se puede recurrir a este material.

 

El Objetivo

 

La pretensión es, nada más y nada menos, sumergimos de lleno en la inmen­sa riqueza y las incalculables posibilidades que ofrecen las bienaventuranzas, en ellas está la clave para vivir el evangelio y las armas para ser felices en plenitud.

Sólo me queda pedir de corazón al Espíritu Santo que estas páginas nos ayuden a descubrir la riqueza y el amor que Cristo nos manifestó y nos dejó en las Bienaventuranzas.

 

(Pedro Fernández Amo Consiliario del Equipo de Región de Extremadura,)

 

 

 

 

Ocho caminos que recorrer.

Ocho novedades que explorar.

Ocho felicidades para pregustar

en la tierra e instaurar el reino.

Ocho peldaños para ascender al cielo.

Las bienaventuranzas son la quinta

esencia del mensaje mesiánico,

culminación de toda una vida,

distintivo del cristiano

y alternativa para el hombre.

 

(Antonio Pavía)

 

 

 

  

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 1

 

LAS BIENAVENTURANZAS

UN ESTILO DE SER, VIVIR y PENSAR

 

 

"¡Cuántas generaciones antes que nosotros se han conmovido con el Sermón de la Montaña!. Los primeros que las escucharon llevaban grabado en su corazón el recuerdo de otro monte, el Monte Sinaí... Estas dos mon­tañas, el Sinaí y el Monte de las Bienaventuranzas, nos sirven de guía, a modo de mapa, de la vida cristiana y como un sumario de nuestros deberes para con Dios y el prójimo.

 

El mensaje de Jesús es nuevo pero no destruye lo que ya existe; desarrolla al máximo su potencialidad. Jesús enseña que el camino del amor lleva la Ley a su pleni­tud (cf Gálatas 5,14). Y enseñó esta verdad importantísima, en esta colina, aquí en Galilea.

 

"¡Bienaventurados!", dice él, "los pobres de espíritu, los mansos y miseri­cordiosos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los pacificas, los perseguidos! ¡Bienaventurados!". Pero estas palabras de Jesús pueden parecer extrañas. Parece extraño el que Jesús exalte a aquellos a quien el mundo considera generalmente débiles. Él les dice, "Bienaventurados voso­tros, los que parece que habéis perdido, porque vosotros sois los auténticos vencedores: el Reino de los cielos es vuestro!". Estas palabras, dichas por Él, que es "manso y humilde de corazón" (Mateo 11, 29), constituyen un desafío que exige una profunda y constante "metanoia" del espíritu, una conversión del corazón.

 

¡Vosotros, comprenderéis por qué es necesaria ésta conversión del corazón! Porque sois conscientes de la otra voz, que habla dentro y alrede­dor vuestro, una voz contradictoria. Es una voz que dice: "Bienaventurados los soberbios y violentos, los que prosperan sin importarles el precio, los que no tienen escrúpulos, los duros de corazón, los descarriados, los que instigan la guerra y no la paz, los que atropellan a quienes se encuentran en su camino". Y esta voz parece tener sentido en un mundo en el que triunfan con frecuencia los violentos y en el que da la impresión de que los deshonestos tienen éxito. "Si", dice la voz del mal, "estos son los que vencen ". "Bienaventurados”.

 

Jesús ofrece un mensaje muy diferente. Con fiar en él significa que queréis creer en lo que dice, por más raro que parezca, y que rechazáis las seducciones del mal, por más razonables o atractivas que puedan parecer.

Jesús no sólo proclama las Bienaventuranzas. Él vive las Bienaventuran­zas. Él es las Bienaventu-ranzas. Al fijaros en Él, veréis lo que significa ser pobre de espíritu, manso y misericordioso, afligido, justo, limpio de corazón y perseguido.

 

Las Bienaventuranzas hablan de la verdad y de la bondad, de la gracia y de la libertad: de todo lo que es necesario para entrar en el Reino de Cristo. ¡Ahora os toca a vosotros ser valientes apóstoles de ese Reino!... "  (Homilía de Juan Pablo 11 en el monte de las Bienaventuranzas)

 

 

1. LAS BIENAVENTURANZAS, CAMINO PARA EL REINO DE DIOS

 

 Estamos en los comienzos de la vida pública de Jesús, en el momento en que va a elegir a los doce apóstoles para que su obra pueda perdurar des­pués de su muerte. Subió Jesús a la montaña a orar. El monte es en la Biblia lugar de retiro, de la proximidad de Dios. Es en la cima de los montes donde se realizan casi siempre las grandes decisiones de Dios sobre su pueblo en el Antiguo Testamento, nos indican así los evangelistas que la decisión de Jesús, al elegir "a los que quiso" (Mc 3,13), viene de Dios.

 

Aquel que haya tenido la experiencia de subir a una montaña habrá podi­do descubrir que en sus cumbres son distintos el silencio, el paisaje, la amis­tad; la soledad está llena de hondura..., se ve la vida de una forma distinta, se "palpa" a Dios. Arriba la oración del creyente brota espontánea de lo más profundo de su ser, se siente renacer la vida del espíritu.

 

La fama de Jesús se había ido extendiendo, de todas partes le llevan enfer­mos, que curar y ahora está sentado en el centro de la escena y dirige sus palabras a todos.

 

El problema de la felicidad es, posiblemente, el principal que los hombres nos hemos planteado en todos los tiempos y lugares. ¿Qué es la felicidad? ¿Cómo lograrla? Sentirse feliz significa experimentar la vida verdadera por estar viviéndola con intensidad y compromiso; es sentirse uno mismo, persona que ocupa su puesto en la historia y lo llena.

 

Cuando no lo logramos -que es casi siempre-, nos sentimos frustrados y nos invade el vacío y la soledad. Tenemos la sensación de haber fracasado en la vida. ¿Estaremos de acuerdo hasta aquí todos los hombres? Las principales diferencias llegan cuando buscamos el camino para lograr la felicidad. Cada cultura, cada religión, cada edad... tiene sus propios criterios para lograrla. Pero deben ser falsos, porque no es precisamente la dicha lo que abunda sobre la faz de la tierra.

 

Con las Bienaventuranzas, que sintetizan todo el sermón de la montaña, Jesús nos va a presentar su camino para que el hombre logre la verdadera feli­cidad, la verdadera vida. Es evidente, sólo con leerlas superficialmente, que no son precisamente el camino que ha elegido nuestra sociedad del tener y del consumo.

 

Después de la elección de los Doce, estando reunidos los discípulos, Jesús va a proclamar los valores humanos y cristianos verdaderos, los únicos que pueden llenar el corazón humano. Los que los acojan y los pongan en prácti­ca serán sus discípulos. Los destinatarios son todos los hombres, al presen­tamos unos ideales de vida que conectan perfectamente con las profundas esperanzas humanas.

 

Este mensaje de Jesús no es fácil de entender, sobre todo cuando el hom­bre vive superficialmente. Si lo fuera, lo estaríamos demostrando los cristia­nos con nuestra vida y sobrarían las explicaciones. Aunque hay cosas muy evidentes y parece que tampoco las vemos.

 

 

 

 

2. LAS BIENAVENTURANZAS: EL TEXTO

 

Es posible que el texto de las Bienaventuranzas nos lo sepamos de memo­ria y que nos resbale, como todas las cosas excesivamente conocidas -o cono­cidas superficialmente-, que, por eso mismo, ya no nos dicen nada. Y una de dos: o las Bienaventuranzas no son para este mundo ó juzgan sin paliativos a la humanidad que entre todos hemos ido construyendo.

 

Las Bienaventuranzas aparecen relatadas en Mateo (5, 1-12) Y Lucas (6, 20-23), aunque no con el mismo número. El primero nos transmite un núme­ro mayor ocho o nueve, según se considere o no la novena unida a la octava. Lucas, cuatro. Es posible que Jesús haya utilizado este procedimiento en más ocasiones, ya que es un recurso pedagógico excelente de predicación popu­lar. Consta cada una de dos miembros rimados al modo hebreo. En el prime­ro se señala una virtud u opción; en el segundo, el premio o promesa corres­pondiente. Tienen gran relación unas con otras, por lo que la recompensa es la misma en varias de ellas, aunque formulada con palabras distintas.

 

Mateo centra el sermón del monte en las exigencias del evangelio, supe­riores a las exigencias de la ley judía. Lucas centra su sermón de la llanura en el amor al prójimo. Mateo quiere combatir la autosuficiencia religiosa, resul­tante de creerse justificado por el mero hecho del cumplimiento externo de la ley. Lucas combate la falta de amor, la desigualdad, el egoísmo. En Mateo las Bienaventuranzas se refieren a disposiciones del corazón, Lucas, en cambio, habla de una pobreza real. Las bienaventuranzas de Mateo se refieren a todos los hombres que practican la justicia, sean cristianos o no, Lucas se dirige a los cristianos.

 

Las Bienaventuranzas se refieren tanto al interior del hombre como a sus relaciones sociales. Puntualizan las actitudes humanas fundamentales, el camino para construir el Reino de Dios, el camino de la nueva humanidad. Son un programa completo de vida: el de los que quieren de verdad ser segui­dores de Jesús.

 

Para construir su reino, Dios actúa en los pobres y limpios de corazón, en los hambrientos de justicia, en los perseguidos por ser solidarios con el pueblo.

 

 

3. LA AUDACIA DE JESUCRISTO

 

El Sermón del monte es el discurso inaugural y pro gramático de lo que

será toda la doctrina y la predicación de Jesús. Las Bienaventuranzas anun­cian una nueva era: la del Reinado de Dios. Si las consideramos despacio las Bienaventuranzas, nos sobrecogerá pensar como se atreve, así de primeras, a presentar unas exigencias tan absolutas al auditorio. Sólo el Señor absoluto sería capaz de una cosa semejante. Solo el que lo da todo en un amor sin lími­tes, puede pedir un amor así. Y aquellos hombres lo escucharon hasta el final.

 

Y muchos le siguieron e intentaron, al menos, vivir esa doctrina. Y muchos a lo largo de los siglos han ido por esos derroteros. Y muchos hoy se sienten arrastrados por esa "absurda" audacia de Cristo que fue delante.

 

 

Jesucristo no se limitó a proclamar las Bienaventuranzas. Las vivió. Él es la encarnación de todas ellas. En cada página del Evangelio, en su palabra, en su vida, en sus hechos, y sobre todo en su muerte, aparecen en su plenitud cada una de ellas.

 

Muchas veces se hace la pregunta. ¿Hasta qué punto y en qué grado nos obligan las Bienaventuranzas? Pero esta pregunta no tiene sentido: nos movemos en la cima del amor. Las Bienaventuranzas son amor sin límite, sin discriminación y sin posibles restricciones. El Decálogo, dado por Dios en el Sinaí a Moisés y al Pueblo, es como el suelo de la moral cristiana. El que lo quite se hunde. Las Bienaventuranzas son como quitar el techo; es dispararse en la fuerza del amor. Cristo lo plasmará al final en el manda­miento nuevo: "Amad como yo os he amado". ¿Y donde está el límite del amor de Cristo?

 

Las Bienaventuranzas (insistiremos en ello muchas veces) son una nueva mentalidad, una manera de concebir la vida y vivir la existencia en un clima de amor total. Cuando se llega al amor total cesan los preceptos y las obli­gaciones; no porque no haya que cumplidos, sino porque ya se cumplen por amor sin necesidad de imposiciones y menos de amenazas.

 

«El octeto mensaje, lanzado por Jesucristo, en arameo, exige y permi­te una traducción actualizada a los tiempo por los que hoy los cristianos desarrollan su trayectoria vital, pues la variedad de situaciones sociales que actualmente concurren en el complejo mundo, con los profundos cambios de forma de vida experi­mentados, después de dos mil amos

ya trascurridos, y a las más de treinta generaciones que han pasado, aconseja una nueva semántica que, sin embargo, respete lo sustancial del mensaje.

 

Esta actualización, a mi juicio, aconsejaría dividir en dos grupos las ocho bienaventuranzas, predominando el carácter negativo de las cuatro primeras y el positivo de las otras cuatro.

 

Las expresaría en los siguientes términos:

 

1ª- Dichosos los que se liberan del apego a los bienes materiales y son solidarios.

 

2ª. Dichosos los que no consideran siempre que la razón está de su parte y buscan el entendimiento con los demás.

 

3ª. Dichosos los que no son insensibles ante el infortunio o desgracias de sus semejantes.

 

4ª. Dichosos los que hacen no sólo lo que les reporta utilidad y someten sus actuaciones a las exigencias de una ética que realice la justicia.

 

5ª. Dichosos los que están con el corazón abierto a los demás y dispues­tos a compartir sus penas.

 

6ª. Dichosos los que buscan cuanto de criaturas de Dios hay en los demás y tienen comprensión con los defectos ajenos.

 

7ª. Dichosos cuantos entienden que la convivencia exige diálogo y bús­queda de aproximación de posiciones.

 

8ª. Bienaventurados quienes por laborar por el interés general y por mejorar la situación de su prójimo sólo consiguen ingratitudes e                                               incomprensiones.

 

 En las bienaventuranzas, como palabra revelada de Dios, hay un mensa­je que señala un camino de perfeccionamiento y una trayectoria de identifi­cación con los dos mandatos en que sintetiza el Evangelio: la búsqueda de Dios por encima de todas las cosas y la entrega solidaria al prójimo.» (Íñigo Cavero, La sed de justicia una ética para actuar hoy, Planeta testimonio pago 82-84)

 

 

SUGERENCIAS PARA VIVIR A LO LARGO DEL MES

 

Para la sentada

 

     Leed con tranquilidad el siguiente texto de José Luis Martín Descalzo y después compartir las cuestiones que se os sugieren.

 

CAMINOS PARA APRENDER A SER FELICES

 

"Los humanos no nacemos felices ni infelices, sino que aprende­mos a ser una cosa u otra y que, en una gran parte, depende de nues­tra elección el que nos llegue la felicidad o la desgracia. No es cierto, como muchos piensan, que la dicha pueda encontrarse como se encuentra por la calle una moneda o que pueda tocar como una lotería, sino que es algo que se construye, ladrillo a ladrillo, como una casa. La felicidad nunca es completa en este mundo, pero, aun así, hay raciones más que suficientes de alegría para llenar una vida de jugo y de entusiasmo y que una de las claves está precisamente en no renunciar o ignorar los trozos de felicidad que poseemos por pasarse la vida soñando o esperando la felicidad entera. No hay recetas para la felicidad porque no hay sólo una, sino muchas felicidades, y cada hombre o mujer debe construir la suya... No obstante, sí hay una serie de caminos por los que se puede caminar hacia ella:

 

1. Valorar y reforzar las fuerzas positivas de nuestra alma. Descubrir y disfrutar de todo lo bueno que tenemos. Sacar jugo al gozo de que nuestras manos se muevan sin que sea preciso para este des­cubrimiento las manos muertas de un paralítico.

 

2. Asumir después serenamente las partes negativas de nuestra exis­tencia. No encerramos masoquísticamente en nuestros dolores. No magnificar las pequeñas cosas que nos faltan. No sufrir por temores o sueños de posibles desgracias que probablemente nunca nos llegarán.

 

3. Vivir abiertos hacia el prójimo. Pensar que es preferible que nos engañen cuatro o cinco veces en la vida que pasamos la vida des­confiando de los demás. Tratar de comprenderles y de aceptarles tal y como son, distintos a nosotros. Pero buscar también en todos más lo que nos une que lo que nos separa. Ceder siempre que no se trate de valores esenciales con nuestro egoísmo.

 

 

4. Tener un gran ideal, algo que centre nuestra existencia y hacia lo que dirigir lo mejor de nuestras energías. Caminar hacia él ince­santemente, aunque sea con algunos retrocesos. Aspirar siempre a más, pero no a demasiado más. Dar cada día un paso. No con­fiar en los golpes de la fortuna.

 

5. Creer descaradamente en el bien. Tener confianza en que a la larga -y a veces muy a la larga- terminará siempre por imponer­se. No angustiarse si otros avanzan aparentemente más deprisa por caminos torcidos. Creer en la también lenta eficacia del amor. Saber esperar.

 

6. En el amor, preocuparse más por amar que por ser amados. Estar siempre dispuestos a revisar nuestras propias ideas, pero no cam­biar fácilmente de ellas.

 

7. Elegir, si se puede, un trabajo que nos guste. Y, si esto es imposi­ble, tratar de amar el trabajo que tenemos, encontrando en él sus aspectos positivos.

 

8. Revisar constantemente nuestra escala de valores. Cuidar de que el dinero no se apodere de nuestro corazón, pues es un ídolo difícil de arrancar de él cuando nos ha hecho sus esclavos.

 

9. Descubrir que Dios es alegre, que una religiosidad que atenaza o estrecha el alma no puede ser la verdadera, porque Dios o es el Dios de la vida o es un ídolo.

 

10. Procura sonreír con ganas o sin ellas. Estar seguros de que el hombre es capaz de superar muchos dolores, muchos más de lo que él mismo sospecha.”

 

 

A continuación

 

A/ De todos estos "caminos para la felicidad",

 

1. ¿Cuál es el que se vive con más intensidad en vuestra vida matrimonial y familiar? ¿cómo lo relacionaríais con las Bienaventuranzas?

 

2. ¿Cuál de ellos os cuesta más seguir o asumir en vuestra vida de pareja? ¿por qué?

 

B/ Seleccionad cada uno, uno de estos caminos que os puedan servir y compartid lo con vuestro cónyuge, explicándole el porqué e intentando relacionarlo con las, Bienaventuranzas y en qué medida os ayudaría a vivirlas.

 

C/ A modo de conclusión y casi como oración termina compar­tiendo cómo vivió Jesús estos "caminos" recordando rasgos de su personalidad o momentos de su vida.

 

Para la regla de vida

 

     ¿Cómo he de ser y qué he de hacer para ser más feliz?

 

 

 

 

Para la oración personal, conyugal y la escucha de la palabra

 

Mt 5,1-12;

Lc 6, 20-26;

Flp 2, 6-11

 

Aquí estoy Señor:

quiero ser feliz y tener un corazón de pobre;

quiero ser feliz y llorar con los que lloran;

quiero ser feliz y ser de corazón misericordioso;

quiero ser feliz y trabajar por la justicia y la paz.

Señor Jesús, Señor de las Bienaventuranzas para el hombre, Señor del camino lleno de exigencias, de utopía:

Abre mi corazón a lo imposible, a lo inalcanzable,

y alienta mi empeño con tu espíritu de vida.

Amén.

 

Para la reunión de equipo

 

CUESTIONARIO

 

¿Qué descubrimiento has hecho relativo a las Bienaventuranzas? ¿Qué subrayarías por su novedad e importancia?

 

¿Qué consejos da nuestra sociedad para encontrar la felicidad? ¿Cómo difieren los conceptos en las Bienaventuranzas de las ideas del mundo para hallar la felicidad?

 

Las Bienaventuranzas como actitud vital, ¿Creéis que se vislumbra­ ya algo o por el contrario aún estamos lejos de conseguirlo?

 

"Obligatoriedad" de las Bienaventuranzas. ¿Qué pensáis al res­pecto? ¿Qué piensan de ello en vuestro entorno creyente inmediato?

 

ORACIÓN

 

Dichoso el hombre y la mujer

que apuestan por la vida,

la protegen, la miman y la gozan.

Dichoso el que ama a corazón abierto,

sin llevar en la agenda la cuenta de los latidos.

Dichoso el que goza con las flores,

los ríos y los pájaros

y cuida de ellos como de su propio huerto.

Dichoso el que piensa que empezó a ser feliz

el día que hizo dichoso al primer niño.

Dichoso el que hace feliz al viejo que se dobla,

al enfermo que se duele, al ciego que tropieza.

Dichoso el que trabaja para abastecer su mesa

y aún le queda para compartir.

Dichoso el que ama como suya la piel del negro,

del gitano, del árabe, del amarillo.

Dichoso el que canta con el que está alegre

y llora con el que está triste.

Dichoso el que sabe que Dios lo ama,

y por eso la felicidad existe.

Lectura: Ap 211-7

 

Pregón de la persona feliz

 

Y vi un cielo nuevo y una tierra y una tierra nueva. Habían desaparecido­ el primer cielo y la primera tierra y el mar ya no existía. Vi también bajar del cielo, de junto a Dios, a la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se adorna para su esposo. Y oí una voz potente, salida del trono, que decía:

 

Esta es la tienda de campaña que Dios ha montado entre los hom­bres. Habitará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo se ha desvanecido.

 

Y  dijo el que estaba sentado en el trono: he aquí que hago nueva todas las cosas.

 

Y añadió: escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito.

 

Me dijo finalmente: ¡ Ya está hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, le daré a beber gratis de la fuente del agua de la vida. El vencedor recibirá esta herencia, pues yo seré su Dios y él será mi hijo.

 

Plegaria final

 

Te bendecimos, Señor, porque aún existen hombres y mujeres que eligen ser pobres según el evangelio para ser felices. No quere­mos las pobrezas que humillan, que producen hambre y margina­ción. Queremos la pobreza que libera del consumismo, de la pobre­za provocadora, del sexo, de la moda.

 

Te bendecimos, Señor, porque hay hombres y mujeres que no se avergüenzan de sus lágrimas; que son grito de denuncia de estruc­turas y sistemas, generadores de dolor y de opresión. Son felices, porque su llanto y su grito desgarrado son consuelo para los que sufren en silencio.

 

Te bendecimos, Señor, porque hay personas insatisfechas por las cuotas de justicia ya logradas. Quieren menos distancia entre ricos y pobres, mejor reparto de dinero, de cultura, de salud, de la riqueza dis­ponible. Son felices, por que es grande su hambre y sed de justicia.

 

Te bendecimos, Señor, porque aún quedan personas de corazón sensible, que sienten como propios el dolor, la miseria, el hambre de los demás; que pasan del lamento inútil a la búsqueda tenaz de solu­ciones. Son felices vendando las heridas de hombres y mujeres rotos por la vida.

 

 

Te bendecimos, Señor porque hay hombres y mujeres con alma de niño, con corazón de niño, con candor de niño, rectos, senci­llos, transparentes, como lago de inocencia no turbado, en medio de un mundo de mentira, donde manda la trampa y el engaño. Son dichosos, porque la verdad querida y deseada es fuente inagotable de felicidad.

 

Te bendecimos, Señor, porque hay hombres y mujeres que creen en la paz, que trabajan por la paz, que están comprometidos con la paz hasta los tuétanos. Se sienten felices de que nadie empuñe las pistolas, de que dejen de fabricar armas para matar.

 

Te bendecimos, Señor, porque existen personas con aguante, capaces de afrontar la persecución y la calumnia. Hombres y muje­res que siguen apostando por la justicia, enganchados al tirón del evangelio, cuando muchos vuelven la espalda y enrojecen de vergüenza. Seguirán siendo felices a pesar de la persecución, el acoso, la mentira.

 

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