Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Área de Matrimonio y Familia: Novios,   Reuniones Bloque II

 

                  EL    GÉNESIS

 

 

               En el libro del Génesis la imagen de la pareja humana aparece repetidamente, y a través de cada imagen de pareja emerge un aspecto del plan de Dios sobre el hombre, sobre la persona y su sexualidad. Por lo cual, al leer el Génesis, deberemos tratar de captar esta particular intimidad existente entre Dios Creador y la vida  de la pareja, de manera de llegar a comprender cómo justamente se le ha asignado a la pareja el deber irrenunciable de ser en el mundo la "palabra viviente" del amor de Dios.

 

El contexto del Génesis: Dios Creador

             

              Los primeros dos capítulos del Génesis intentan ofrecer, mediante un lenguaje popular, una enseñanza excepcional acerca del amor humano y el matrimonio. Este mensaje adquiere, sin embargo, todo su valor, si es insertado en el contexto de la verdad fundamental que estos capítulos quieren  revelar. Con dos relatos diferentes, escritos en distintas épocas, los capítulos 1-2 del Génesis advierten con insistencia que todo lo que existe deriva de la voluntad creadora de  Dios.

              No es posible hablar con verdad de amor y de matrimonio, si no se parte de este dato fundamental: existe un Dios Creador que está en el origen de todas las cosas y que las mantiene en el ser. El amor viene dado por Dios, el hombre y la mujer son queridos por su potencia creadora, y esto los hace esencialmente "bellos y buenos".

               Esto implica, además de un sentido de optimismo que ni siquiera el pecado puede demoler, la posibilidad y la actitud de situarse en la contemplación de un plan, que nos precede como criaturas. En otras palabras: el amor no es una "invención" humana que puede ser hecha y deshecha a voluntad, sino que es obediencia -que asume, es verdad, modalidades distintas según los tiempos y las culturas- a una voluntad que el Creador ha escrito en el corazón de cada ser humano.

 

 

La exégesis

 

              La riqueza de la revelación de Dios está contenida en palabras humanas, fechadas y condicionadas por una cultura bien precisa, por esto es necesario, para captar toda su verdad, tener la paciencia de abrir este cofre y realizar, aunque sea de manera no especializada, una pequeña investigación sobre los dos relatos de la creación.

             El primero es posterior en su época de composición y presenta un estilo muy elaborado. La pareja es presentada en el contexto de la creación y en relación con Dios. Hay un rápido inventario de las obras de los seis días, y en la culminación de todo, el hombre: "Hagamos al hombre..."(Gn. 1, 26). Este primer capítulo presenta una "cosmogonía", esto es la creación del mundo con el hombre en su vértice.

                                                                                                                                                    Dios no crea "un" hombre, sino el Adam (que significa hombres o humanidad), y

este Adam es visto enseguida como "pareja": "Y creó Dios al hombre... macho y hembra los creó" (Gn. 1, 27). Se pone el acento sobre el alcance biológico de la sexualidad humana: "Sean fecundos y multiplíquense" (Gn. 1, 28); por esto el engendrar humano es procrear a imagen y semejanza de Dios; por medio de la generación (genitalidad) la imagen divina es comunicada a otros seres.

              El segundo relato, anterior al primero, está escrito en un estilo menos elaborado. Contiene una "antropología": su interés está totalmente centrado en el hombre, la mujer y el lugar que estos han de ocupar en el mundo.

              Punto central del relato, en el contexto de la condición originaria de la pareja humana, es la creación de la mujer (Gn. 2, 21-24). El hombre toma progresivamente conciencia de su  propia soledad (Gn. 2, 20), que solo la mujer es capaz de llenar. El autor utiliza la afinidad etimológica (en hebreo ish = hombre, issha = mujer) para poner todavía más en evidencia la unidad de naturaleza entre el hombre y la mujer.

 

 

Algunos datos de esta lectura

 

              Igualdad en la pareja: el hombre y la mujer tienen la misma dignidad, que les permite una total comunión.

              Complementariedad: la comunión es posible porque el hombre y la mujer, aun siendo distintos el uno del otro, están hechos el uno para el otro. Esta diferencia complementaria está dada por la sexualidad. La mujer está destinada a ser la compañía del hombre, por lo que no sólo le es semejante, sino "correspondiente a él " (Gn. 2, 18) para poder ir a su encuentro y ser con él "una sola cosa ".

              Esponsalidad: Esta diferenciación de los sexos consiente a la comunión de ser "esponsal", es decir, de realizarse en una unión total. La unión de los sexos asume, por lo tanto, un significado profundo y dialogístico. A diferencia de lo que sucede con los animales, es todo el ser de las dos personas el que entra en comunión.

              Fecundidad: la esponsalidad está destinada a hacer presente en el mundo la imagen de Dios y a transmitirla a través de la procreación ( Familiaris consortio, n. 28 ).

              La pareja imagen de Dios: más de un exegeta vislumbra la imagen de Dios sobre todo en el ser "pareja". Esta visión, si bien no encuentra un seguro fundamento en el texto del Génesis, es, sin embargo, completamente coherente si se la refiere a todo el contexto de la historia de la salvación, en la que la pareja resulta ser profecía del diálogo que Dios mantiene con el hombre. Ya en los primeros capítulos del Génesis se abre una perspectiva que encontrará su realización plena, primero en la revelación profética, y luego en el valor sacramental del matrimonio revelado por el Nuevo Testamento.

 

 

El pecado

 

              En esta perspectiva de bendicición y "optimismo" se destaca sin embargo el relato del pecado original (Gn. 3).

              No es necesariamente un pecado sexual. Se trata, no obstante, de un pecado cometido por la primera pareja. El pecado original está constituido por la tentativa de olvidar a Dios, de construir por sí mismos la propia felicidad y de dominar el mundo fuera del plan del Creador.

              De cualquier modo que haya sucedido, es cierto que el pecado original ha incidido profundamente en la relación hombre-mujer, y que esta relación se ha visto complicada y trastornada: la vergüenza frente a la desnudez (Gn. 3, 7) es signo de una cierta incapacidad de amar. Se introduce desorden, soledad, pasionalidad.

 

 

 

La perspectiva de la alianza

 

              Pero el pecado no ha sido la última palabra. La creación de la pareja humana está ya bajo el signo de la alianza que Dios quiere establecer con el hombre; en otras palabras podemos decir que ya la creación de la pareja es un gesto con el que Dios se manifiesta siempre como el Salvador de lo que crea.

              Es por esto que la fuerza del pecado no logra detener el proyecto de Dios. A pesar del pecado, la pareja humana se mantiene como una realidad "buena"; no solamente, sino que estando inserta en el plan del Dios aliado, la misma resulta adecuada para simbolizar esta alianza.

              La pareja no deberá ser fiel sino a sí misma, y con esto llegará a encontrarse en sintonía con  la voluntad de su Creador. Para hacer esto necesita aceptar la gracia de Dios que, siendo fiel a sí mismo, es más "fuerte" que el pecado y con su perdón reconstruye para la pareja la posibilidad de serle fiel.

 

 

 

Para los novios

 

              "Hay en nosotros un frenesí de acción, una impaciencia por obtener todo a breve plazo, un ansia excesiva por apurar los ritmos de las cosas y de las relaciones sociales. Incluso en la amistad y en el amor se quiere obtener rápido y sin reservas ese gusto por el encuentro que requiere en cambio una larga y respetuosa paciencia" (Card. C. M. Martini, En el principio la Palabra, n.4).

              Es una invitación que se pone en práctica antes que nada respecto de la misma Palabra de Dios. Esta debe ser estudiada, amada, meditada y hecha oración. De este modo, una experiencia de amor crece y se desarrolla en una verdadera experiencia de fé. Se destacan algunos puntos fundamentales:

              El sentido religioso del amor. La reflexión bíblica recién realizada subraya el valor religioso del amor. "Si quisiéramos encontrar para la pareja un modelo supremo del cual pueda copiar analógicamente las semejanzas, deberíamos remontarnos hasta la vida íntima del Dios tripersonal" (P. Grelot, La pareja humana en la Sagrada Escritura, p. 116). Es como decir que en el amor humano Dios se revela a sí mismo, y que quien lleva adelante una experiencia de amor con un muchacho o una chica resulta "más cercano/a" a Dios. Ni siquiera los cristianos, varias veces, parecen advertir la riqueza y la responsabilidad de todo esto.

              En el amor están presentes muchos componentes (físicos, culturales, psicológicos, emotivos), pero hay resistencia en valorizar la dimensión religiosa. Esto fatalmente lleva al riesgo de "desvalorizar" el amor. Para los creyentes el amor es vivido "de rodillas". Aunque dejara de crecer y no llegara a convertirse en matrimonio, quedaría igual como una experiencia para ser vivida con profundo sentido religioso. El amor por el otro (otra) es capaz de "abrir" el corazón al amor de Dios; o sea, el amor entre un hombre y una mujer es "de la misma sustancia" de la que "está hecho" Dios.

              Valor "criatural" del amor. La reflexión sobre el Génesis invita a considerar la pareja como una criatura de Dios. En el plano de la vida cotidiana de dos jóvenes que se aman, esto implica la obediencia a un proyecto.

              Cuando el amor brota y madura, es necesario advertir el estupor como cuando se está frente a un regalo "no merecido": si me descubro como "criatura", no puedo menos que maravillarme de "ser así". Se hace necesario cultivar una espiritualidad vocacional: sea como fuere que las cosas terminen, en el amor hay una llamada que viene de Dios. No solo existe una dimensión humana, sino un proyecto que llega de lo alto y al que yo debo obediencia.

              A los novios cristianos les toca descubrir, y luego testimoniar a los otros, que la obediencia al proyecto de Dios no es una renuncia a la libertad, sino la única modalidad que permite al amor ser pleno, sincero, humanizante.

              El amor orientado hacia la alianza. Lamentablemente este modo de expresarse no es muy común y, sobre todo, no muy difundida la visión que así se descubre.

              Alianza  -ya hemos visto- indica el hecho de que Dios está incondicionalmente de parte del hombre, al cual le comunica realmente su vida (gracia).

              El amor de dos jóvenes ya inicialmente se inserta en el plan divino de la salvación y tiende a hacer presente a Dios mismo. Esto significa que no hay nada banal en el amor, ni en sus leyes (físicas, psicológicas, emotivas). La espera del sacramento, que hará plena y definitiva esta presencia, debe orientar la experiencia cotidiana de dos enamorados.      

 

 

              PARA LA REFLEXION Y LA DISCUSION

 

-         La pareja conyugal lleva implícita la bendición de Dios, que la hace responsable de la transformación del mundo y de la continuación de la vida. ¿Este proyecto de Dios sobre la pareja conyugal, protagonista de la historia, cómo puede ser interpretado por nosotros?

-         Hay un segundo relato de la creación del hombre y de la mujer, más vivaz, aunque aparentemente infantil: muestra el deseo profundo de salir de la propia soledad y de completarse en el otro. ¿Si repensamos la historia de nuestro amor, reencontramos la alegría del mutuo descubrimiento?

-         La historia de cada pareja es original, porque comienza con una independización progresiva de las familias de origen. ¿Cómo nos fuimos convirtiendo en autónomos de nuestro pasado para vivir con disponibilidad una nueva existencia?

-         La Palabra de Dios, que crea y da vida, requiere confiada obediencia. ¿Hemos experimentado caprichos y ambiciones, deseos o actitudes más destructivos que constructivos? ¿Pensamos que la Palabra de Dios orienta amorosamente nuestra vida?

-         El proyecto conyugal que Dios propone es un ideal para quien vive en una condición contaminada por el pecado. No es irrealizable, pero no siempre se realiza, porque tendemos a seguir nuestras inclinaciones egoístas. ¿Pensamos que el relato del pecado original pueda ofrecer motivos concretos y actuales de reflexión sobre nuestra vida de pareja?

-         La adhesión a la Palabra de Dios resulta el fundamento indispensable para realizar el proyecto conyugal. La Biblia, mientras describe realísticamente las condiciones de la humanidad pecadora, anuncia la iniciativa divina de la salvación. ¿Estamos convencidos de que para nuestra vida personal de pareja existe una promesa de Dios? ¿Esperamos de la salvación, entendida como capacidad de verdadero amor?

-         El lenguaje de Dios para manifestar sus sentimientos hacia la humanidad es típico del amor existente entre personas que se aman. En consecuencia, la unión conyugal ha sido vista por el pueblo de Israel como un pacto de alianza. ¿ La comprensión de la relación de alianza con Dios nos permite entender con mayor profundidad nuestra relación de pareja?

 

 

 

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