Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Área de Liturgia: Oraciones 2002-03: Ciclo B - Domingo XIV del Tiempo Ordinario

 

 

COMENTARIO

JESÚS SE EXTRAÑÓ DE SU FALTA DE FE

(14º Domingo ordinario -B-, 6 de julio de 2003)

 

De vuelta a Marcos 

            Aunque el tiempo ordinario comenzó hace tres semanas, en este domingo volvemos a tomar el curso de evangelio según san Marcos propio de este año B. Al comenzar la Cuaresma dejábamos a Jesús en los comienzos de su vida pública y ahora lo volvemos a encontrar en su visita a Nazaret, donde se había criado. Allí fue recibido con indiferencia y desdén y el evangelista no oculta la crudeza del episodio.

  

El rechazo de los verdaderos profetas.

             Los israelitas no solían aceptar bien la palabra de los profetas enviados por Dios, como Ezequiel, porque les pedían un cambio de vida y de sus hábitos religiosos (Primera lectura). Por eso los justos del Antiguo Testamento se lamentaban ante el Señor diciendo: Nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos (Salmo responsorial 122).

             También los profetas cristianos, como san Pablo, tuvieron que padecer la incomprensión y el desprecio (Segunda lectura); y todo ello lo padeció Jesús, que no era mensajero de un Dios lejano, sino la encarnación humilde de la divinidad en un pueblo y en una familia concreta. Pasó con él lo que dice el refrán: “El santo, cuanto de más lejos, mejor”.

 

Jesús, rechazado en su patria.

             Cuando Jesús volvió a Nazaret, donde se había criado, la patria de José y de María, donde estaban muchos de sus parientes, esta misma cercanía y familiaridad de la encarnación se utilizó como argumento en su contra para rechazar sus palabras, apoyadas por los signos milagrosos que hacía: ¿De dónde saca todo eso...? Y desconfiaban de él (Marcos 6,2). Jesús no pudo menos que extrañarse de su falta de fe (Mc. 6, 6).  

            El evangelista no oculta este momento difícil de la vida pública del Señor, cuando no pudo hacer allí ningún milagro (6, 5); porque san Marcos escribía para los cristianos de fuera de Israel que, al contrario, sí que habían creído en el Evangelio del Hijo de Dios y habían visto los signos salvadores que ocurrían entre ellos gracias a la fe.

 

El rechazo de la Iglesia de Cristo y su misión actual.

             Es lo mismo que ocurre ahora, cuando la mayor cercanía al pueblo y la encarnación de la Iglesia en las diferentes culturas se vuelve a veces en su contra, por obra de quienes desearían una Iglesia más sacral, intemporal y - sobre todo - menos comprometida y comprometedora con el mundo actual, al que debemos salvar.

            La Iglesia es como Jesús, divina y humana a la vez, pero esta grandeza divina no se expande hacia afuera en forma de signos triunfales, sino que crece en profundidad hacia dentro. Como lo ha proclamado recientemente el Papa al firmar la Exhortación Apostólica Ecclesia in Europa (28-6-2003; n. 20): “Las Iglesias particulares en Europa no son meras entidades u organizaciones privadas. En realidad, actúan con una dimensión institucional específica que merece ser valorada jurídicamente, en el pleno respeto del justo ordenamiento civil. Al reflexionar sobre sí mismas, las comunidades cristianas han de reconocerse como un don con el que Dios enriquece a los pueblos que viven en el Continente. Éste es el anuncio gozoso que han de llevar a todas las personas. Profundizando su propia dimensión misionera, deben dar constantemente testimonio de que Jesucristo « es el único mediador y portador de salvación para la humanidad entera: sólo en Él la humanidad, la historia y el cosmos encuentran su sentido positivo definitivamente y se realizan totalmente; Él tiene en sí mismo, en sus hechos y en su persona, las razones definitivas de la salvación; no sólo es un mediador de salvación, sino la fuente misma de la salvación “.

 

Jesús y la Iglesia son la buena noticia para el mundo.

             A pesar de su cercanía, Jesús no despertaba la fe de ciertas personas porque no lo tenían a él precisamente por una buena noticia, por lo que decía y por lo que hacía; sin embargo, el Señor realizaba signos milagrosos para probar lo que él era de verdad: la Buena Noticia de la salvación, desde lo profundo de su ser: el Hijo de Dios hecho hombre. Del mismo modo la Iglesia, para hacerse cercana al mundo en que vive y ser una Buena Noticia para él, debe identificarse con Jesucristo y profundizar en su espiritualidad, para encarnarse sin dejar de ser ella misma.

             Pero la Iglesia se parece también a Jesús en su destino, cuando deja de ser una buena noticia para los que están satisfechos en su situación y se resisten a cambiar. Entonces se piensa que el Señor no puede hacer ya milagros por medio de su Iglesia. Se cierran entonces los ojos a los signos del Reino de Dios que florecen sin cesar - conversiones, rescates de la injusticia y de la marginación, ejemplos de fe y caridad extremas... - y se apela a un Dios lejano, a veces en los misterios de las sectas esotéricas o neo-paganas, sin tener en cuenta al hijo del carpintero, que sigue haciéndose presente entre nosotros  y a sus actuales discípulos.

 Jaime Sancho Andreu

 

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