Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

Inicio

Indice

 

 

Área de Liturgia: Oraciones 2002-03: Ciclo B - Domingo XVIII del Tiempo Ordinario

COMENTARIO

JESÚS ES EL PAN DE LA VIDA
(Domingo 18º del tiempo ordinario -B-, 3 de agosto de 2003)

El discurso del pan de la vida en cuatro domingos.

        Tomando pie en el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, se desarrolla el resto del capítulo 6º de san Juan a lo largo de cuatro domingos. El discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaum comienza dirigiendo la atención de los oyentes desde el pan material que han recibido hacia un pan espiritual, celeste, que viene del Padre y que es Jesús mismo.

        El recuerdo de Moisés y del alimento para el camino, el “maná”, que llegaba como llovido del cielo, sirve para empezar a comprender el misterio de la comunicación de Cristo con sus fieles por medio de la Palabra y la Eucaristía (Domingo 18º). Creer en Jesús es comulgar con su vida inmortal: El que cree, tiene vida eterna. De este modo llamamos a la liturgia de la palabra la mesa de la palabra de Dios (Domingo 19º).

        Avanzando en su pensamiento, Jesús trata de su comunicación a los creyentes de forma real, después de haberse descrito a sí mismo como “pan-palabra”: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. Es el anuncio del banquete eucarístico que sigue a la liturgia de la palabra en la celebración de la Misa (Domingo 20º).

        Finalmente, el discurso del pan de la vida termina con una opción: aceptar o no las palabras de vida eterna de Cristo, seguirlo o dejarlo. La fe es una gracia de Dios con la que se puede cooperar, pero no imponer. Cada vez que se nos presenta el Cuerpo de Cristo en la comunión hemos de decir con fe “Amén”, “Sí”, movidos por el Espíritu Santo (Domingo 21º).

Jesús nos comunica la salvación.

        En el comienzo del discurso del Pan de la vida, Jesús deja bien claro que él es el salvador definitivo de toda la humanidad, de modo que todos los enviados por Dios en el Antiguo Testamento, incluso los grandes profetas como Moisés, eran sólo figuras que preparaban su venida al mundo.

        Después de participar en el gran festín de los panes y los peces muchos pudieron pensar que Jesús les iba a guiar en nuevo Éxodo hacia la libertad del reino de Israel, con el alimento asegurado, y encima una comida mejor y más sabrosa que el insípido maná del desierto, pero el Señor quiso quitarles esa idea de la cabeza radicalmente: Él había venido para comunicar una salvación más completa y definitiva, sobrenatural, y lo iba a hacer mediante una relación personal con cada creyente en su misión divina. El Salvador no iba a dejar unas normas de vida o unos ritos como los del Antiguo Testamento, sino que iba a quedarse en medio de su comunidad, para darse a ella y a cada fiel hasta el final de los siglos.

Hemos de trabajar por el alimento que perdura.

        No se trata de ningún alimento mágico, sino de Jesús mismo, activo y presente por medio de su palabra y de su sacrificio único en la historia pero actualizado para la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

        La condición para participar en la vida de Jesús es la fe - Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que Él ha enviado (Jn 6, 29) - entendida esta virtud como entrega total de la persona a Jesús, aceptando su enseñanza y su modelo de vida. En otro tiempo las obras que Dios encargaba a su pueblo eran la conquista de la tierra prometida, el templo, la Ley... Ahora se trata de algo mucho más personal y comprometedor: vivir en Cristo y para Cristo, algo que sólo se puede hacer con la ayuda del Espíritu Santo que se comunica con el Pan de la vida.

Jaime Sancho Andreu

La palabra de Dios en este domingo

Primera lectura y Evangelio (Éxodo 16, 2-4 y Juan 6, 24-35): Jesús da comienzo al discurso del pan de la vida dirigiendo la atención de los oyentes desde el pan material que han recibido hacia un pan espiritual, celeste, que viene del Padre y que es Jesús mismo. El recuerdo de Moisés y del alimento para el camino, el “maná”, que llegaba como llovido del cielo sirven para empezar a comprender el misterio de la comunicación espiritual de Cristo con sus fieles por medio de la Palabra y la Eucaristía.

Segunda lectura (Efesios 4, 17.20-24): Usando un vocabulario que recuerda la liturgia bautismal, como abandonar, revestirse... San Pablo recuerda a los cristianos de Éfeso la penosa condición en que se encontraban antes de su conversión, cuando sólo tenían los recursos de la naturaleza humana pecadora. Ahora tienen la ayuda del Espíritu Santo gracias a Jesucristo.

 

Inicio

Indice